Recientemente expuse que, por diferentes motivos, me encuentro en un proceso reflexión sobre el papel que desempeño. Sobre mi visión de las cosas en relación a otras formas de pensamiento dentro del mismo sector. Método al que he recurrido durante toda mi vida y me ha permitido ver las cosas con mayor claridad. Porque muchos seres humanos, inmersos en el diario quehacer y entregados a diferentes actividades y responsabilidades, en ocasiones, se ven impedidos de ver la realidad con toda la claridad y magnitud. Por eso, siempre será conveniente, como nos enseñaron nuestros guías espirituales, subir a la montaña o alejarnos un tanto del mundanal bullicio. Y es que la reflexión siempre es oportuna en cualquier actividad.
La propia enseñanza bíblica nos indica que hay un día de descanso y dedicación al Señor. Porque en la meditación y en la alabanza y en el compartir con familiares, aleja al ser humano de las cotidianidades formales que pueden conducir a la desconexión con la realidad. Sirven o permiten, durante el descanso, ver otros matices, otras formas de razonar. Comprobar si nuestros pensamientos son correctos y, si fuese necesario y conveniente, a modificar, corregir, enmendar ciertas actuaciones. Mucho mejor si se cuenta con seres con capacidad de hacernos comentarios o sugerencias libres de contaminación o intereses.
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Una de las grandes diferencias entre la divinidad y los humanos radica en la infalibilidad. Porque Dios es infalible, pero los seres humanos no. Los humanos podemos tener buenas intenciones, ideas claras y hacer esfuerzos para que se apliquen, pero no todo depende de quienes proponen las ideas o instruyen, sino de los que están encargados a darle cumplimiento. Eso ocurre en todos los conglomerados humanos, incluso los de orden religioso; mucho más en aquellos que no creen en la perfectibilidad ni tampoco en la existencia de un mundo trascendental.
Porque muchas personas, partiendo de las complicaciones de determinadas normativas e incluso de algunas leyes, les dan interpretaciones diferentes. De ahí surgen o son requeridos los conocidos expertos, para que, como si se tratara de sueños al estilo de José el hebreo, hijo de Jacob, determinen lo que entienden. Pero ocurre que en muchas ocasiones cada quien lo interpreta de diferentes maneras. Porque no necesariamente persiguen los mismos objetivos.
Por eso siempre he profesado y aconsejado que las normativas legales sean claras y precisas. Sin dejar ningún espacio para la interpretación. Establecer lo que está permitido y lo que queda prohibido. En tal sentido, cuando en el transcurso de las funciones públicas se producen situaciones en las que, producto de las diferentes interpretaciones se crean situaciones difíciles, sobre todo con edad para la prudencia y sensatez, es preferible recurrir a la reflexión.
Y como el próximo día 24 de este mes de septiembre festejaremos el día de Nuestra Señora de Las Mercedes, nuestra Virgen de la Misericordia, deberíamos implorar para que guíe nuestros pensamientos y acciones. Y, que, aún dentro del diario vivir y las cotidianidades propias de las responsabilidades, nos ayude a sacar tiempo para reflexionar acerca del papel que cada uno desempeñamos en la sociedad. Para que la paz, la racionalidad y la convivencia se afiancen cada vez más.