Cuando el pasado viernes, 15 de noviembre, leí en la página de Deportes del diario El Día la noticia que nos revela que el amigo y experimentado pelotero, ya retirado, Ricardo Carty, mejor conocido por la fanaticada criolla y por sus incontables amigos como “el Rico Carty”, se hallaba interno en un hospital de Atlanta, bajo cuidados intensivos debido a su delicado estado de salud, quedé impactado. Gracias que su familia desmintió rumores y nos dejó saber de su padecimiento.
Puede leer: Estados Unidos: la rebelión contra el progresismo
A Ricardo Carty le vine a conocer personalmente siendo yo participante de un conjunto de peloteros criollos amateur, seleccionado para representar al país en los juegos panamericanos del 1959. Estando los escogidos recluidos para entrenamiento, allí se nos presenta una persona bien fornida físicamente, pero totalmente desconocida por nosotros en ese entonces, quien de repente asoma su cabeza por la puerta del sitial donde nos encontrábamos y, sin más, nos dice: “Aquí estoy yo. Me llamo Ricardo Carty. Quien esté en mi lugar, que se vaya despidiendo.” Y yo, sin pensarlo dos veces, le respondo: “Anja, ahora sí que nos jodimos, llegó otro “guerillero.”
Pero no fue así. Carty se comportó como siempre lo ha sido, una persona sana, bondadosa, llegando a ser un fiel colaborador y gran compañero de quienes le conocimos y tratamos como se deben tratar los buenos hermanos.
Los años fueron pasando y nuestra amistad se fue fortaleciendo; llevó una exitosa vida y carrera deportiva, siendo no solo un magnífico pelotero, sino también un gran amigo y un ejemplar padre de familia, amado por su esposa e hijos.
Deseamos su pronta recuperación y le recordamos hoy con gran afecto, enviando nuestra solidaridad a la familia.