Sé que las comparaciones son siempre odiosas, como sé también que algunas son mas odiosas que otras, pero no me imagino al Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez echándose para atrás después de haber sacudido a la sociedad dominicana con uno de sus enérgicos y contundentes pronunciamentos, mucho menos después de haber recibido el apoyo de los curas que este año pronunciaron el tradicional Sermón de las Siete Palabras. Son precisamente esos sacerdores los que mas deben haberse sorprendido con las declaraciones de monseñor Francisco Ozoria, Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, quien luego de alborotar al país con su advertencia de que el país va camino hacia una dictadura debido a que no se respeta la independencia de los poderes del Estado, ahora se desdice de manera lastimosa atribuyendo a los medios que recogieron y amplificaron sus declaraciones la intención de querer poner a pelear a la Iglesia con el Gobierno. Pero los sacerdotes que desde sus púlpitos endosaron sus afirmaciones no fueron los únicos desconcertados y confundidos con su cambio de discurso, razón por la cual hay gente que prefiere pensar que cuando Ozoria habló de “medios” se refería en realidad a las bocinas que arremetieron contra la Iglesia y sus pastores luego de su advertencia. Quien les escribe no quiere ni puede ser tan generoso, pues prefiero buscar las explicaciones a esas declaraciones en el hecho de que, el mismo día que se produjeron, monseñor Ozoria visitó el Palacio Nacional para darle seguimiento a las obras que construye el Gobierno a solicitud de la Iglesia, entre ellas el Santuario Cristo de los Milagros en Bayaguana. Estoy consciente, como dije al principio, de que las comparaciones son siempre odiosas y probablemente también injustas, pero es cuando ocurren estas cosas que uno echa de menos los pantalones que había debajo de algunas sotanas.