Uno de los momentos estelares del profesor Juan Bosch como líder de oposición en el tramo histórico 1966-1978 estuvo caracterizado por su consigna de llevar al gobierno de entonces, encabezado por el doctor Joaquín Balaguer, a su propia legalidad. Porque de leyes siempre hemos estado más o menos bien. Lo que recurrentemente ha sido difícil es someterse a sus mandatos. Contra las fuerzas incontrolables situadas a la sombra del régimen de entonces, era poco lo que se podía . Y el íntegro y realista Bosch comprendió que eran tiempos para la resistencia pacífica en lugar de la confrontación directa con el extremismo derechista.
Hoy, irónicamente, y aún cuando los dominicanos nos desenvolvemos con más garantías y derechos que entonces y hemos avanzado en notables órdenes, la sujeción a los esquemas institucionales sigue mostrando dañinas excepciones. Presenta fallas que van en contra del interés social y con las que se pasa por alto la obligación de predicar con el ejemplo en el acatamiento de las leyes. Gastar todavía miles de millones de pesos al año adquiriendo medicamentos para el sector público al margen de la Ley 350 con procedimientos directos en vez del mecanismo seguro de los concursos, es ya inaceptable. Tampoco se cumple con lo legal al asignar recursos presupuestarios a Educación y a los ayuntamientos. Un Juan Bosch vivo, hoy tendría que lanzarse a las calles.
Individualismo de las minorías
La dispersión de las ofertas electorales minoritarias, preocupantemente atomizadas, es el resultado del libre ejercicio democrático por aquello de que todos tenemos derecho a elegir o a ser elegido. Pero el sentido común, y cierto imperativo del momento, llevan a deplorar que los grupitos partidarios insistan en ejercer sus prerrogativas como golondrinas aisladas, incapaces de hacer verano, con lo que constituyen ofertas de muy escasa viabilidad. Se han situado de espaldas a las claras señales de que el electorado preferiría la vertebración de una a dos opciones alternativas que enriquecerían el panorama.
Para un sector importante de la nación (que ve incluso en su justo valor intrínseco la diversidad de aspiraciones) resulta frustratorio que las dirigencias emergentes no se sometan a la realidad de que la unión hace la fuerza, como acaba de entender la oposición a Hugo Chávez en Venezuela.