Siempre es bueno recordar cómo se llevó a cabo el proceso político partidario a partir de la desaparición de la tiranía trujillista o del inicio de lo que se denominó apertura democrática dominicana. La integración de los Partidos políticos. La manera como se fueron aglutinando las personas en torno a dichas organizaciones a lo largo de estos casi 60 años de vida política con aspiración democrática.
Sobre todo cuando muchos de los conceptos doctrinarios que marcaban las diferencias, concluyeron en partidos sin grandes diferencias ideológicas entre unos y otros. Las diferencias hoy son prácticamente de carácter conductual o ético. Lo que también es importante.
Con el advenimiento de los partidos a partir del 1961, muchos desaparecieron, algunos se fusionaron y otros se crearon. A pesar del contenido filosófico casi todas se constituyeron con características un tanto sui géneris. Desde el punto de vista de las clases de sus integrantes, las ideologías o doctrinas que decían practicar, o de las plataformas con las que salieron a la luz pública o fueron reconocidas.
Desde sus inicios en la conformación de los partidos primaron muchas cuestiones coyunturales, sentimientos familiares o de grupos, liderazgos individuales, amiguismo, oportunismo, así como otros aspectos por encima de los conceptos ideológicos o programáticos. Incluso algunos que decían profesar ideológicas, permitieron que se mezclaran personas de cualquier forma de pensamiento y conducta. Se fue imponiendo el concepto de la masificación y el pragmatismo. Lo cuantitativo arropó lo cualitativo.
En medio de la efervescencia idealista que se vivía a principios del 60, siempre recuerdo cuando un amigo de la familia advirtió a Carlos Julio Báez, Giovanny Brito y a mí, que los problemas de países como el nuestro, lamentablemente no se resolvían solamente con plataformas ideológicas ni con excelentes organigramas. Que era necesario además un buen “personigrama”. Pero, dentro del hervor patriótico y el idealismo místico, no le dimos importancia.
Algunos partidos de pensamiento socialcristiano, socialdemócrata y de izquierda le dieron importancia a la formación de su militancia. Aquí y en el exterior. En varias disciplinas. El último que lo hizo fue el Partido de la Liberación con Juan Bosch de líder. Pero todo eso se olvidó.
Algunos líderes crearon ilusiones y expectativas revolucionarias, pero confundieron la defensa de los intereses populares con los grupales. Muchos se cansaron. Otros se convencieron de que en política solo se hace lo que conviene.
Como consecuencia de ese pasado y la globalización, los partidos ya no enarbolan ideologías. Ni siquiera tienen grandes diferencias programáticas.
La diferencia podría marcarse más bien por actitudes individuales o personales. Hoy incluso, partidos diferentes se agencian las mismas personas. Sin pasarlos por un tamiz. En ellos hay gente de derecha, de centro como de izquierda, aunque la mayoría no sepa nada de eso. Las organizaciones dependen del matiz que el dirigente de turno le quiera dar.
Nos decía el viejo familiar entonces: “las organizaciones y los países siempre dependerán de las personas a quienes les toca dirigir o gobernar”. Cada vez que hablo con los amigos de la época llegamos a la conclusión de que, aquel a quien considerábamos desfasado, no estaba tan lejos de la realidad.
Algunos líderes crearon ilusiones y expectativas revolucionarias
Algunos partidos dieron importancia a la formación de su militancia
El último que lo hizo fue el Partido de la Liberación con Juan Bosch de líder