Éramos apenas un pequeño grupo de amigos que quisimos vivir en nuestro querido barrio de San Carlos, otros muchos se fueron buscando descubrir nuevos mundos, dejando huellas insondables en el camino. Erguidos y orgullosos de nuestra barriada, vivir en San Carlos un manantial de dicha que no se olvida, legado de amor, de unión, de paz, de alegría forjado en la memoria de nuestro barrio signado para siempre por el destino.
Las alas del recuerdo no se marchitan ni se manchan. Son como hermosas mariposas que llevan consigo el implacable devenir del tiempo y queda grabado en la memoria aquellos gratos momentos que vivimos.
Esparcidos por el jardín de los recuerdos noches tras noche día tras día, van cayendo presurosos cual inagotables gotas del rocío aquellos viejos amigos que partieron a lo ignoto, sin quedar en el olvido.
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Cada año, el primer sábado de diciembre se reúne a muchachada de San Carlos para celebrar la esperada alborada con mucha alegría alborozados, haciendo habito y costumbre en todo el barrio organizar las actividades programadas.
Era habituar decir presente y ya en la Iglesia del barrio rezar el Padre Nuestro que está en los cielos pedir su ayuda el descanso eterno de aquellos buenos compañeros que ya se han ido, pero quedan en el recuerdo.
Entre chistes y chismes nada ofensivos sin ofender a nadie compartíamos nuestras labores organizando la solemne procesión que llenaría de alborozo el noble corazón de fervorosos cristianos (as) rindiendo culto a nuestra Patrona, Virgen de la Candelaria. Podríamos decir en aquel entonces que todas esas ofrendas santificadas al paso de los tiempos eran además de exquisitas arepitas de burén, te de jengibre preparado por manos generosas de mujeres fieles a su fe y sus creencias de su profundo sentir religioso cristiano. Recordar es vencer el olvido para que no se pierdan aquellas bellas tradiciones, el encanto de revivir el pasado siendo tantos los recuerdos que perviven y no mueren enredada en el alma florecida de los buenos recuerdos. Aparece de pronto la voz de un trovador o un poeta soñador que revive la historia y nos devuelve de nuevo a la memoria como gladiolos aquellos viejos amigos jamás olvidados. Que queda dan para siempre aprisionados en la memoria. Dulce recuerdo de nuestro amado San Carlos. Sus calles, su parque, su parroquia, su gente, hombres y mujeres de vida austera, de una juventud eterna, sin arrugas de maldad en la frente, con un pensamiento límpido, fresco, no importando la distancia. La nobleza del corazón obliga. Viene a revivir el pasado que no se olvida sábado primero de diciembre cada año por un fardo de ensueños bendecidos y atrapados por amores de primavera que florecen y no se olvidan. San Carlos de mis amores, de mis sueños y alegrías siempre latente en nuestros corazones desde aquella vez que por primera vez te tome en mis brazos no pudiendo olvidar el primer beso que me diste.