Recordando nuestras goletas

Recordando nuestras goletas

ROBERTO B. SALADÍN SELÍN
Históricamente la República Dominicana fue un suplidor tradicional de productos de exportación a la región del Caribe, comercio donde las goletas construidas en el país jugaron un papel principal, a un punto tal que cuando el ex-presidente  de Venezuela, Rómulo Betancourt, vivió en el exilio en Santo Domingo, allá por 1928, se dedicó a la exportación de víveres, vegetales y frutas al Caribe, desde nuestro país.

Precisamente, en una coyuntura que se dio, durante la II Guerra Mundial (1939-1945) a fines de no perder los mercados de las islas del Caribe, el país tomó un préstamo del Eximbank de los Estados Unidos de América por US$300,000, para la construcción en el tiempo récord de cuatro meses, de seis goletas para ser utilizadas en el comercio con las Antillas del Caribe, dada la escasez de petróleo y combustibles.

La República Dominicana tuvo a su cargo la construcción de las seis goletas, donde carpinteros de rivera, ebanistas y operarios dominicanos, en un tiempo récord, en las instalaciones ubicadas donde hoy se encuentra la marina de yates privados, al lado de Molinos Dominicanos, en Villa Duarte, levantaban el costillar de esas goletas, que por su ancho y altura, causaban la admiración de los capitaleños.

La primera goleta “La Americana”, fue lanzada al agua el 26 de marzo de 1943; la segunda “Jaragua”, fue botada al agua el 8 de junio; la tercera “Duarte, de dos mástiles”, el 26 de agosto; la cuarta “Inoa”, el 11 de octubre; la quinta “Dicayagua”, el 20 de diciembre de 1943, y la sexta “San Cristóbal”, el 27 de mayo de 1944.  Todas fueron construidas en los astilleros del Ozama por la Naviera Dominicana C. por A.  A esa flota se unió el barco frigorífico “Caribe”, con motor diesel, el primero que se construyó en el país, en esa época de tantas restricciones.

En esos años, donde la familia Pichirilo, se hizo tan famosa como capitanes de goletas que hasta un merengue se le dedicó, la presencia de los productos dominicanos, entre ellos, el azúcar Papagayo que producía y exportaba la South Puerto Rican Sugar Company desde La Romana, estaban presentes en todos los puertos marítimos de las islas del Caribe.  El país tenía una gran cantidad de hombres de mar, que además de la navegación de cabotaje eran experimentados lobos de mar que conocían las islas del Caribe y sus mercados.

Todavía en 1947, la navegación de cabotaje seguía siendo tan importante, que el sector de Ciudad Nueva en la capital presenció el naufragio de la goleta “Puerto Plata”, la cual debido a una tormenta, se estrelló contra los arrecifes y restos  del acorazado Memphis, pereciendo toda su tripulación.

Hace algunos años, en este mismo periódico Hoy, en un artículo que publiqué sugeríamos aprovechar la experiencia de carpinteros de rivera, marineros y pescadores de Bayahíbe, para crear una escuela de artesanía naval, para construir yolas, botes y goletas en miniatura para su venta a los turistas, que vendrían a los hoteles, creándose una nueva fuente de empleos, iniciativa que aún podría motorizar la Asociación de Hoteles La Romana –Bayahíbe.   Aún con la proliferación de botes de motor en Bayahibe, quedan los botes que navegan a vela con un solo mástil.

Un ejemplo exitoso de lo anterior, fue la floreciente empresa que estableció con motivo del Quinto Centenario, en 1992,  el empresario Pierre Dominó, con la construcción de altísima calidad de miniaturas de las tres carabelas del descubrimiento de América.

Pero, aún está por escribirse la historia de nuestras goletas y los hombres de mar que capitanearon las mismas.

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