Recordar es vivir

Recordar es vivir

Como si se tratara de las olas que salen de la profundidad del mar y en su vaivén arrastran, una y otra vez,  la arena de la orilla, la vida se encarga de que, todo y todos, tengamos un punto de partida al cual, en algún momento, nos vemos compelidos a volver.
Así es la vida, un cúmulo de experiencias y vaivenes que sólo se disfruta cuando hacemos un alto -como las olas- y  tras deliberaciones intentamos de forma muy subjetiva de sacar lo mejor.
Mi  punto de partida, al que me atrevo a referirles, tiene su génesis a finales de 1992, en el hermosísimo municipio de Villa Tapia, enclavado en el centro del Cibao y enmarcado por ciudades pujantes como San Francisco de Macorís, Moca, La Vega – siempre culta y olímpica- y  Salcedo, cabecera de la ahora provincia Hermanas Mirabal, y a la que pertenece este pueblecito.
Allí un grupo de jóvenes, estudiantes todos y provenientes a una misma generación, por coincidencia del destino confluyó en una misma aula del liceo Jaime Molina Mota, para durante el transcurrir de unos largos cuatro años recibir el pan de la enseñanza.
Fuimos un grupo de buenos estudiantes, diría yo, buenísimos, jóvenes de conducta sana,  empeñados en dar de sí lo mejor. La competencia por ser el primero de la clase nunca fue motivo de envidia sino de motor, y más en tiempos de careos o exámenes.
Fuimos, y somos, la Promoción de Bachillerato 1992 del Liceo Jaime Molina Mota, el punto de partida de más de 30 jóvenes, desde donde iniciamos la vida de adultos, profesionales, empresarios, padres e incluso abuelos precoces.
Cada quien emprendió su vuelo personal; algunos residen fuera del país, en la capital o en La Vega, y otros, simplemente, decidieron no emigrar.
Ahora, gracias a un feliz y nostálgico reencuentro virtual, Yasmín, Flérida (Chiqui),  Carlos Fernández (Kiko), El Chino, Amalfi, Carolina Sosa, Juan de Jesús, Clara Luz, Wendy, Josian, Lisett,  Ynés Liriano,Teresa, José Luis, Mary, Margarita Severino y Fernando Quiroz, mi hermano, hemos decidido volver, como las olas, a la orilla…
El sábado 20 de este mes, en nuestra natal Villa Tapia, pensamos hacer un alto. Será el día de nuestro reencuentro, para recordar y vivir, darnos abrazos y besos, hablar a borbotones, reír y llorar, comer y brindar.
Definitivamente, recordar es vivir.
Recuerdo con nostalgia esa  época de inocencia, pese a que, la mayoría, teníamos entre 17 y 18 años, las carencias económicas, pero que a la larga no nos preocupaba, los repasos en el parquecito frente al liceo y los sabrosos bacalaítos que vendía por la verja una señora regordeta, de nombre que no recuerdo.
Pero si recuerdo a los profesores: el culto Lorenzo Sosa, las siempre consejeras y motivadoras Teresita y Francisquita, el impecable Josie (José Tejada), la rescatada señonita Elvira y la siempre simpática Efradis: nuestra profe de Francés.
A todos los recuerdo con gran cariño, y muy en especial a Rafael (Tó Largo), el profe de literatura, fallecido en un accidente de tránsito, a quien agradezco su innovadora forma de enseñanza. A él le debo la pasión que siento por la lectura, lo que influyó definitivamente en la carrera que elegí y ejerzo.
Creo que todos recordamos los careos improvisados de los nombres de grandes autores universales y sus obras: La vida es un sueño, de Calderón de la Barca; Azul, de Rubén Darío; y así pasábamos la hora de clase, inmersos en el conocimiento de grandes obras y grandes escritores.
Además,  recuerdo el caminar pausado por los pasillos de Tavito,  Octavio Tejada, el director. Nunca recuerdo haberlo visto enojado, pero sí recto y  cariñoso. Casi siempre nos encontraba, a mi hermano y a mí,  en el trayecto del liceo a la casa. El, en su motocicleta y nosotros a pie. Desde que nos alcanzaba a ver nos voceaba con voz resonante: “Los quiroces”.
Estoy más que segura que estas simples palabras nos hacen recordar la obra de Pablo Neruda, Confieso que he vivido, esa gran pieza literaria que tantas veces nos hizo repetir el profe Rafael.
El próximo sábado será la cita de nuestro primer reencuentro, con la expectativa y exigencia de que se realicen muchos más, porque, chicos, Recordar es vivir.
Gracias Flérida y Yasmín, por la bella iniciativa.
Gracias al creador de WhatsApp.

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