Recuerdos con Juan Bolívar

Recuerdos con Juan Bolívar

Conocí a Juan Bolívar Díaz en México en 1973. Ese periodista se había desplazado hasta allí con la esperanza de entrevistar a los dos sobrevivientes de la guerrilla de Caamaño a quienes Balaguer les permitiría salir del país. Con las entrevistas que nos hizo Juan Bolívar, el pueblo dominicano pudo conocer muchos de los acontecimientos de aquella gesta. El vespertino Ultima Hora monopolizó la atención de toda la nación al publicar el reportaje en el que se afirmaba que el coronel Caamaño había sido asesinado luego de haber sido capturado con vida.

Con unos jardines colgantes bien puestos, este joven profesional asumió la responsabilidad de desmentir las declaraciones de Joaquín Balaguer y sus generalotes trujillistas. Juan Bolívar tiene el mérito de haber hecho la primera aproximación a la verdad sobre esa gesta. Aquellas entrevistas debían ser leídas de nuevo, ahora, cuatro décadas después, porque allí está la verdad, la pasión y la esencia de la época. Ahí no hay deformaciones interesadas o memorias afectadas por intereses mezquinos.

El Partido Revolucionario Dominicano ganó las elecciones en 1978 que llevaron a Antonio Guzmán a la Presidencia de la República. Varios Generales, militares y policiales, fueron puestos en condición de retiro y casi todos los exiliados políticos habían retornado al país. Pero no fue sino un año después que ese gobierno me permitió que ejerciera el derecho de residir en la tierra que me vio nacer. Por haber conocido a Juan Bolívar seis años atrás y porque coincidíamos más que lo que disentíamos, me convertí en asiduo de la redacción del periódico “El Sol” que entonces dirigía. Allí trabajaba un grupo de jóvenes y calificados periodistas cuyo nivel de calidad profesional todavía nadie ha podido igualar en periódico alguno.

Más por intuición que por razón, Juan Bolívar me propuso que escribiera una columna de opinión para ese periódico. De momento pensé que se burlaba. No tenía evidencia alguna de que yo pudiera escribir con calidad y frecuencia, como no fueran por mis comentarios sobre los dos libros que había escrito durante mi exilio por Cuba, Panamá y México. Resistí su insistencia hasta que, para quitármelo de encima, acepté la propuesta. Acepté el reto del admirado periodista, con más miedo que vergüenza. Me asignaron dos espacios a la semana: martes y sábado. Y así empecé a contaminarme con la investigación histórica, económica y política. Tan grande fue el empujón que me dio Juan Bolívar, que 34 años después y con más de dos mil artículos publicados, todavía sigo con el entusiasmo del primer día, luego de haber perdido el miedo de sentarme ante una maquinilla, primero, y una computadora después.

Pero mis aventuras con Juan Bolívar no terminaron ahí. Cuando encontré dificultades enormes en 1979 para publicar un libro con mi testimonio de la guerrilla de 1973, recurrí, en última instancia, a él. Se sorprendió por la propuesta, no porque sintiera miedo de que la verdad se pusiera en blanco y negro sino porque no tenía los recursos materiales para respaldar la inversión necesaria y suficiente. Convencimos entonces a Miguel Cocco para que imprimiera las portadas a color del libro. Aquello era una aventura con pocas esperanzas de progresar. Apostamos todo a la verdad histórica. La única contradicción que tuvimos estuvo alrededor de mi emotiva exigencia de que, publicado en formato de revista, se vendiera al precio de un peso dominicano. Él, con sabio razonamiento, proponía cinco pesos porque la aventura podía endeudarnos si no lográbamos cubrir los gastos de impresión.

Al fin, el 16 de febrero de 1980, apenas siete años después del asesinato del coronel Caamaño, pusimos a la venta esa obra. En apenas nueve días vendimos 80, 000 ejemplares de “Caracoles; la guerrilla de Caamaño”. Fue ese el primer libro vendido al pregón por las calles del país, como si fuera maní tostado o billetes de la lotería. Sólo entonces Juan Bolívar recobró el aliento de tanto riesgo y yo recibí, como derecho de autor, la enorme suma de veinte mil pesos dominicanos.

Esas fueron mis mayores aventuras con Juan Bolívar Díaz en el pasado. Unas cuantas más nos esperan en el camino de la larga vida que nos queda.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas