Recuerdos religiosos de la olvidada Farafangana

Recuerdos religiosos de la olvidada Farafangana

En la isla caribeña de Farafangana la esclavitud nunca existió. Los nativos nunca pudieron ser capturados por las sucesivas oleadas de caribes y arahuacos que intentaron someterlos. Su atípico proceso de desarrollo, sin guerra de independencia ni grandes cataclismos sociales, impidió que los negros llegados a Farafangana desde Santo Domingo, Haití, Cuba y Jamaica tuvieran necesidad de someterse a la esclavitud. Los negros de Farafangana eran descendientes de esclavos traídos a otras islas vecinas desde Togo, Benín y Ghana, y su principal contribución a la cultura isleña fue el vudú, voz autóctona de la tribu Fon, emparentada con los Ewe, y cuyo significado en castellano es “espíritu”. El vudú ha sido definido como una religión sincrética, o sea que trata de conciliar doctrinas diferentes, como el cristianismo y las creencias en fuerzas desconocidas que determinan el destino. Es claro que el vudú, originalmente, no fue nada sincrético, pues sus creyentes y practicantes desconocían absolutamente el Evangelio y el judaísmo, mientras conocían otros misterios.

 Esta ausencia de la esclavitud en la historia farafangana, empero, se refiere sólo a aquella ejercida por los hombres sobre otros hombres, porque los negros libres de la isla de Farafangana optaban voluntariamente por someterse a la esclavitud de diversas deidades del vudú. Una curiosa excepción era la de los “cocolos”, negros descendientes de esclavos huidos de las posesiones británicas. La Iglesia Anglicana, extrañamente, demostraba poseer mayor fidelidad de parte de sus fieles que las demás religiones cristianas enraizadas en el Caribe. Aparte de los negros, personas blancas y mestizas también renunciaban a la libertad que confiere el cristianismo para entregarse como esclavos del culto a los ignotos poderes del vudú.

En Farafangana, en pleno siglo XXI, pese a la Internet, la práctica de vudú constituía un elemento importante dentro de la comunidad política nacional, pues mientras las clases educadas miraban al vudú con cierto temeroso desdén y los obispos habían logrado concientizar a la población acerca de las posibilidades redentoras del Evangelio, parte del embrujo que los políticos pretendían oficiar sobre las masas todavía resultaba de su vinculación con los seres poderosos que eran las deidades del vudú. Si hubiera que explicarlo a algún ignorante europeo, podría trazarse un paralelo con el alegato de los monarcas franceses, ingleses y españoles, y caudillos de otros continentes, de que reinan por la voluntad de Dios, equívoco que provocó, entre muchos otros desaciertos, el nacimiento de la Iglesia Anglicana.

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