Recuerdos y realidad

Recuerdos y realidad

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

1947, el fresco y perfumado viento de la libertad soplaba sobre la superficie de la tierra: había terminado la Segunda Guerra Mundial. Crecía, aunque fuera débilmente, el espíritu de la descolonización en África.
En América Latina, Trujillo se vio compelido a realizar una apertura democrática que, aunque sospechosa, fue aprovechada por la resistencia interna, por el frente interno de lucha contra la tiranía. La oposición aceptó el reto, se organizó, dio la cara con gran valentía en una situación sumamente precaria y difícil.
Aquella noche se realizaba un mitin de la oposición, es de suponer la emoción, el temor, la carga de valor, la decisión de aquella heroica juventud que desafiaba, viril y honorablemente, las tenazas con las que la tiranía ahogaba las libertades públicas.
Primero se escuchó un murmullo, luego un tumulto y finalmente los micrófonos fueron arrebatados y arrojados al suelo, el escándalo era producido por una horda de trujillistas, un grupo de tígueres, asesinos salidos de la caverna, quienes amparados por las fuerzas opresivas manifestaban su respaldo al régimen al que solo le faltó administrar el aire que respirábamos.
Desde 1930 imperaba en el país la hegemonía de la fuerza sobre la razón, el poder opresor contra la libertad, la negación de la luz que emana de la controversia, de la diferencia y la nación solo tenía un pensamiento público, una palabra suelta, desencadenada, la de llenar de ditirambos y adulación sin límites, al malvado que dirigía la bota militar y policial puesta en la garganta del pueblo.
Allí fue atropellada una digna representación de lo mejor de la juventud de entonces: los hermanos Félix Servio y Juan Ducoudray Mansfield, Francisco (Chito) Henríquez Vásquez, Roberto McCabe Aristy, Virgilio Díaz Grullón, Pericles Franco Ornes, Dato Pagán Perdomo y otros, muchos de los cuales salieron poco después al exilio, al amparo del asilo que les concedieron gobiernos democráticos.
Aunque la tiranía logró continuar su antipatriótica tarea de gobernar sin el más mínimo respeto por las libertades públicas y los derechos ciudadanos, su engañosa apertura dejó huellas que, a la larga, produjeron frutos.
La historia es vieja, tiene muchos años, tantos como para que hallamos leído, estudiado, escuchado, visto, participado, en acontecimientos que nos permiten extrapolar situaciones y experiencias, en la búsqueda de soluciones.
La ceguera que produce el poder le oculta a quien lo ejerce acontecimientos, ideas, pronunciamientos actitudes que están a la vista y se ejercen frente a quien tiene la sartén por el mango.
El asalto a la Asamblea Nacional de Venezuela es un recuerdo de los pataleos de la tiranía de Trujillo, repetido por la torpeza y el abuso de quienes mandan en la Patria de Bolívar y Andrés Eloy Blanco.
No lo olvidemos, no hay mal que dure cien años…

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