Hoy 
MANUEL E. GÓMEZ PIETERZ
Recular es andar hacia atrás de espaldas al futuro y mirando al pasado que provee los grandes culpables exculpatorios de los desmanes del presente. Nuestros pseudolíderes son como la ciguapa, cuyos pies apuntan en dirección contraria a su visión. Nuestro principal problema es la carencia de liderazgo político capaz de gestionar las promesas del futuro y de convertirla en presente realidad.
Los causales de nuestros recurrentes picos de crisis, no se deben a adversos factores externos ni a eventuales catástrofes naturales, sino al desorden y la contradictoria disfunción de nuestro esquema político institucional que muestra una enorme incompatibilidad entre medios, fines y prioridades.
Aquí el Estado no es la magna institución de la sociedad políticamente organizada orientado al logro del bien común, sino al del interés partidario. Nuestra «partidocracia» no brega por alcanzar la administración del Estado, sino por suplantar su soberanía. Porque considera que en función de gobierno sólo el partido es soberano a cuya tutela y merced queda la Constitución, relegada a un simple y manipulable «pedazo de papel».
Es sumamente urgente una reforma del régimen de partidos políticos que devuelva al pueblo elector su legítima soberanía y erradique definitivamente el pernicioso populismo, fuente de toda forma imaginable de corrupción y pobreza humana y ambiental.
Con dirigentes políticos ineptos y corruptos sin visión de futuro ni concepto de nación. Sin una clase alta civil dirigente menos empeñada en negociar privilegios con el gobierno de turno que en moderar las decisiones públicas que afecten negativamente a la sociedad civil, señaladamente en sus capas más pobres, seguiremos tomando el rábano por las hojas y al toro bravo por el rabo. Hasta el estallido final de la caldera social. O el inevitable advenimiento del loco con su letal utopía.
