Recuperemos la dignidad colectiva

Recuperemos la dignidad colectiva

“Es ya de toda evidencia que el sindicalismo no logra sus fines por la cuota en metálico, aunque la utilice para la vida ordinaria, sino por la cuota en especie, formada por el pensamiento, por la voluntad, por la energía, por la esperanza, cuota que han de pagar con su asistencia, su acción y su responsabilidad todos los trabajadores para alcanzar los bienes individuales y colectivos correspondientes al hombre y a la humanidad, es decir, para realizar la emancipación.” (A. Lorenzo).

Inicio con este párrafo del activista sindical español Anselmo Lorenzo, para recordar este 1 de mayo de 2015 la resolución de la Segunda Internacional Socialista durante su Primer Congreso en París, en 1889, que dio origen a la declaración de la solidaridad laboral, como Día del Trabajo, fecha que se conmemora en el mundo, excepto en los Estados Unidos y Canadá, donde le otorgan al trabajador el primer lunes de septiembre sin algún antecedente histórico, como el “Día de Ley.”

Siendo Estados Unidos y Europa, cuna del movimiento obrero revolucionario, el primero, como escenario de intensas luchas, grandes movilizaciones obreras, huelgas, por la defensa de asociación, reducción del horario de 10 y 16 horas a 8 horas de trabajo y por mejores condiciones laborales, protagonizadas por miles de hombres y mujeres trabajadoras organizados en la Federación de organizaciones de sindicatos, que fueron reprimidos, tiroteados, apresados y otros condenados a la horca y cadena perpetua como es el caso de “Los Mártires de Chicago”, hoy co-acusa a naciones pequeñas de supuesta violación a los derechos humanos.

El 1 de mayo de 1886 más de ochenta mil trabajadores en todo Estados Unidos se lanzaron a una huelga en los centros de trabajo, logrando una paralización general de más de doce mil fábricas en varias ciudades, en la que participaron también trabajadores negros, que como parte de la lucha se propusieron violar el edicto que prohibía su entrada al Parque Nacional en Chicago, ciudad vanguardia de estas jornadas.

Como resultado de esas luchas se destaca el logro de las ocho horas diarias de trabajo aplicado desde finales de mayo de 1886 por varios sectores patronales, siendo en 1993 cuando se impuso la jornada laboral de ocho horas en todo los Estados Unidos. Sin dudas, otro resultado es la entrega desinteresada, la responsabilidad, la voluntad firme y la dignidad que caracterizó ese movimiento sindical y revolucionario por la defensa de la clase trabajadora, sin dejarse subvencionar de forma individual, como lo hicieron hasta con sus vidas, cadena perpetua y 15 años de prisión, respectivamente, los activistas sindicales en Chicago George Engel, Samuel Fielden, Albert Parsons, Adolph Fisher, Louis Lingg, Michael Shwab, Oscar Neebey y August Spies.

Hoy, persisten demandas laborales defendidas por un movimiento sindical vulnerable, salvo muy honrosas excepciones, como Don Rafael-Pepe-Abreu, como ejemplo, que deben seguir la lucha, mediante el diálogo y la concertación (Gobierno-Patronos-Sector sindical) en igualdad de condiciones, por las tres principales demandas: incremento salarial, no recorte al Código Laboral y la Modificación a la Ley del Seguro Laboral. Siempre habrá lucha de los trabajadores organizados y no organizados a quienes representan, para vencer obstáculos, como el respeto al derecho de asociación sindical, creación de sindicatos en las empresas y fábricas, cumplimiento estricto de los derechos laborales, no discriminación laboral, entre otros, considerando además que del sector público y privado solo están organizados 1,700,000 trabajadores; solo un 15% de empresas tipificadas tienen sindicatos, y, aunque subió de 12 a 15% el número de trabajadores organizados al presente año, falta mucho por hacer para recuperar la dignidad colectiva.

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