Aun cuando buena parte de lo que en estos momentos ocurre se acoge un patrón anual de sequías, alarma la intensidad excepcional con que se manifiestan los incendios forestales por altas temperaturas. A las llamas que carbonizan bosques y enrarecen el aire se suma la quema por acción humana de residuos urbanos y suburbanos y toman cuerpo drásticas extracciones de arenas en litorales y ríos de zonas protegidas. Una falta de lluvia que rebasa límites por los daños infligidos durante años a los sistemas fluviales ocasiona severa pérdida de caudales en presas y acueductos de los que dependen los consumos domésticos, el riego agrícola y la generación de electricidad.
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Estos apogeos de perjuicios a la naturaleza y a la colectividad, coadyuvados por cambios climáticos globales, obligan a tomar acciones que simultáneamente impacten el presente con ejercicios de autoridad al tiempo de detener con medidas radicales y de permanencia las agresiones a los recursos naturales que han sido consustanciales a la industria de la construcción negada a limitarse a canteras secas y reglamentadas.
Otras tomas de espacio para fines ganaderos agrícolas y habitacionales que lesionan ecosistemas deben quedar sometidas, sin postergación alguna, a controles racionales y científicos. De preservación del equilibrio ecológico. «Propiciar la armonía entre seres vivos y el medio en el que habitan» (regla de oro para salvar el planeta y preservar los aprovisionamientos que aporta la naturaleza).