Redoblar el saneamiento

Redoblar el saneamiento

La inusitada fiebre de la chikungunya ha puesto en jaque a una buena parte de la población, desde hogares y empresas hasta universidades y escuelas. Un creciente ausentismo trastorna, desconcierta y paraliza, al menos parcialmente, en muchos sitios, afectando trabajos y estudios, producciones y servicios. Ante ese persistente y perjudicial virus solo se dispone de fármacos para el alivio y una única y efectiva prevención: la eliminación de criaderos de mosquitos. El gran reto entonces es que para borrar de los ambientes al vector hay que actuar con persistencia en lo individual y en lo colectivo. Lo que contra el Aedes aegypti hagan el Gobierno, los cabildos y cada familia en particular viene teniendo el mismo valor para los fines de liberarse del azote de esta enfermedad de la que al parecer pocos escaparían.

La eliminación de agua estancada y el simple tratamiento con cloro al agua almacenada, nada tienen de hazaña ni conllevan gran gasto; y sin embargo constituyen medidas efectivas contra la plaga, en tanto se logre convertirlas en prácticas generalizadas. Nadie debe permanecer indiferente ante condiciones ambientales que propicien el desarrollo de larvas. El sistema público de salud debe a su vez reforzar el servicio asistencial ante la desesperación de miles de personas que acuden a los hospitales. Y es obligación de los ayuntamientos concentrar sus recursos en la limpieza urbana. La situación es de emergencia.

UNAS FIRMITAS, POR AMOR A DIOS

Después que un proceso de aprobación legislativa cumple su curso normal, con la oportuna votación de la matrícula vigente, no debe estancarse en repletos archivos senatoriales, impidiendo su puesta en vigencia. La información de que así ha ocurrido con 727 iniciativas, entre ellas 590 contratos conocidos desde el año 2002, es como para asombrarse. Un par de firmas a ser provistas por la directiva del hemiciclo es cuanto ha faltado para que todos los casos pasen a la Cámara de Diputados en busca de su destino final.

Se trata de una omisión que compromete varios períodos congresionales y a más de un directivo de la Cámara Alta en perjuicio de ciudadanos que dedicaron tiempo e incurrieron en gastos para suscribir contratos con el Estado. Lo más importante ahora sería tomarse un tiempo (que nada debe tener de largo) para estampar las rúbricas que ahora mendigamos en nombre de Dios.

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