Reducir la pobreza contribuye al crecimiento económico

Reducir la pobreza contribuye al crecimiento económico

POR PAMELA COX Y GUILLERMO PERRY
El crecimiento de los países latinoamericanos en las últimas décadas ha sido decepcionante. Mientras que China experimentó un crecimiento per cápita promedio de 8,5 por ciento anual entre 1981 y 2000, el Producto Interno Bruto por habitante de América Latina disminuyó 0,7 por ciento por año en la década de los ochenta y apenas subió 1,5 por ciento en los años noventa.

Además, la región continúa siendo una de las más desiguales del mundo. No sorprende entonces que mientras China logró reducir la pobreza un 42 por ciento en esas dos décadas, en América Latina haya habido pocos cambios significativos en los niveles de pobreza. En el caso de la República Dominicana, si bien el país registró un elevado crecimiento del PIB per cápita de un 6 por ciento promedio anual durante 1997-2000, el mismo fue muy desigual y solamente redujo la pobreza en 1 punto porcentual.

Y es que el crecimiento es menos efectivo en reducir la pobreza cuando se mantienen altos niveles de desigualdad y cuando los pobres carecen de los activos que les permitan beneficiarse de las nuevas oportunidades económicas. Más aun, la propia pobreza puede hacer más difícil alcanzar tasas de crecimiento altas y sostenidas. Así lo demuestra el nuevo estudio del Banco Mundial Reducción de la pobreza y crecimiento: Círculos virtuosos y círculos viciosos. Entre otras cosas, el informe estima que si el nivel de pobreza disminuye en 10 por ciento, el crecimiento económico puede aumentar en 1 por ciento y la inversión hasta en 5 por ciento del PIB. En otras palabras, reducir la pobreza constituye un buen negocio para toda la sociedad.

Esto se debe a varios factores. Los países pobres o incapaces de reducir las disparidades en los ingresos, enfrentan el agravamiento de las tensiones sociales y el crimen que a su vez hacen difícil que prospere un clima comercial favorable. Como los pobres carecen de acceso a créditos y seguros, una buena parte de la población no puede efectuar inversiones potencialmente rentables para la economía nacional. Asimismo, resulta difícil atraer inversiones en las regiones con escasa infraestructura y bajos niveles de educación. Los hogares pobres, enfrentados a escuelas de menor calidad y restricciones de liquidez, no invierten lo suficiente en la educación de sus hijos y la sociedad se priva así de la contribución potencial de un gran número de talentos. En la República Dominicana, por ejemplo, uno de cada tres jóvenes entre 18 y 25 años no completa la escuela primaria y un tercio de los que terminan, no acaban la secundaria. Es precisamente a partir del nivel secundario cuando la educación rinde un mayor aumento en los ingresos y por ende una real oportunidad de escapar de la pobreza. Individuos con mala nutrición y salud aprenden y producen menos. De ahí que la persistencia de elevados niveles de pobreza puede privar a la sociedad como un todo del concurso productivo de muchos de sus miembros.

En consecuencia, la estrategia más eficiente para crecer y reducir la pobreza en la mayoría de los países latinoamericanos consistiría en una combinación de políticas que busquen la aceleración del crecimiento económico sostenido con programas orientados directamente a reducir la pobreza y la desigualdad.

Dicha estrategia debe primeramente mantener la estabilidad macroeconómica dado el tremendo impacto que las crisis tienen sobre la pobreza tal como ilustra la experiencia dominicana. Como resultado de la crisis financiera de 2003-2004, 1,5 millones de dominicanos cayeron en la pobreza. Hacia finales del 2004, 42 de cada 100 dominicanos eran pobres y de éstos 16 se encontraban viviendo en situación de pobreza extrema.

Adicionalmente, hay cuatro metas:

1) Lograr la cobertura plena de la educación preescolar, primaria y secundaria y los seguros básicos de salud a toda la población, a tiempo que se mejora la calidad de la escuela y los hospitales públicos. América Latina está perdiendo oportunidades de competencia y crecimiento por la baja calidad de la educación que recibe la mayoría de sus niños y jóvenes.

2) Ampliar la cobertura de servicios públicos a los sectores y regiones más pobres (agua potable y saneamiento; vías, electricidad y telecomunicaciones rurales).

3) Profundizar el acceso de las empresas más pequeñas y los sectores más pobres al sistema financiero.

4) Facilitar la creación, el crecimiento y la generación de empleo por parte de las empresas más dinámicas (grandes y pequeñas). 

Las primeras dos metas exigen hacer más eficiente el gasto público destinado a estos propósitos y dedicarles más recursos, así como ayudar a las familias pobres a mantener a sus hijos en la escuela con transferencias de efectivo focalizadas y condicionadas. Cualquier aumento de recursos en estas áreas debe compensarse con la reducción de subsidios públicos exageradamente altos e inequitativos en que incurren la mayoría de los países de la región (por ejemplo, al consumo de energía, a las pensiones y a la educación terciaria). En el caso dominicano, los subsidios a la energía eléctrica y al gas propano representan un 2,5% del PIB en el 2005, más de dos terceras partes del gasto combinado en educación y salud. Cabe notar que dada la alta rentabilidad privada de la educación universitaria, no se requiere de grandes subsidios públicos como ocurre hoy, sino de crédito educativo y becas focalizadas a estudiantes de bajos ingresos.

Por otra parte, en algunos países con niveles muy bajos de tributación, se requiere también aumentar el recaudo efectivo de impuestos, reduciendo exenciones y cerrando oportunidades de evasión. En el mediano plazo, la mayoría de los países región, incluyendo la República Dominicana, deben ampliar la base imponible a fin de evitar lagunas fiscales especialmente en el impuesto a la propiedad y a los ingresos. De no proceder así, se incurriría en desequilibrios fiscales cuyas consecuencias (en materia de inflación o crisis macroeconómicas) acabarían perjudicando más al crecimiento económico y en particular a los pobres.

Las dos últimas estrategias, a su vez, exigen ante todo mejoras legales y reglamentarias que faciliten la prestación de los servicios financieros y reduzcan los costos innecesarios para las empresas.

Sólo así, promoviendo el crecimiento y al mismo tiempo atacando la pobreza decididamente y en varios frentes, podremos trasladarnos de un círculo vicioso a uno virtuoso en el que un mayor crecimiento económico nos beneficie a todos.

Vicepresidenta del Banco Mundial y Economista Jefe del Banco Mundial para América Latina y el Caribe, respectivamente.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas