Reelección, parte atrás

Reelección, parte atrás

No podemos equivocarnos. A pesar de sus idiosincrasias y dislocamientos, ninguno de nuestros presidentes ha carecido de aguda y triunfante inteligencia. Pueden hablar bien o mal, ser más o menos cultos o dejarnos en el atraso, pero son triunfadores hábiles y agudos. El actual Presidente no constituye una excepción y  se le considera uno de los más esclarecidos.

Su amor por el poder, sus habilidades para conseguirlo y mantenerlo han  sido excepcionales. A ese amor ha dedicado su clarividencia, derribando todo tipo de obstáculos sin detenerse ante ninguna consideración ética o económica. Y ahora parece, con esto de la reelección, que no descansará en su compulsión de mandarnos.

Sin embargo, en ocasiones olvidamos su vocación internacionalista. No debemos de hacerlo, pues es algo que le caracteriza. Agotadas parcialmente las ansias de gobernar entre nosotros, trata, a la vez, de destacar en los escenarios foráneos a los que asiste de primero y con frecuencia.

Ha servido de mediador en conflictos hispanoamericanos con más fracasos que éxitos, quedando algo desazonado y no bien encaminado. Pero pudo recuperase sin dilación: el despiadado sacudión con que la injusta naturaleza humillara a la maltrecha república haitiana le dio otra oportunidad.

Nuestro Presidente obtuvo los aplausos del mundo y se prohijó en los intentos de reconstrucción de nuestros desgraciados vecinos con elegancia y humanidad, cuadrangular que aupó su prestigio. Se le vio en su mejor estado de ánimo, su mejor parlar y su mejor liderar. La vocación internacionalista le renació con bríos.

Sin embargo, su buena estrella ha sido efímera. Se desvanece por los nubarrones de cifras inapelables que demuestran la triste realidad social dominicana, la penetración del narcotráfico, la pobreza irredenta, la delincuencia rampante, la corrupción y la escasa o ninguna distribución de la riqueza dominicana; ajenas al constante crecimiento y al triunfo de la macroeconomía (ese “champagne” que sólo degustan y tienen en sus bodegas unos cuantos catadores). Sus números de popularidad siguen en descenso y la población se muestra descontenta y contestataria. Los escándalos no le dan tregua y sus funcionarios no le dan brillo.

Por eso, y porque es inteligente, la casa de la reelección tiene una “parte atrás”, donde habita en secreto la no reelección. No importa el gasto ni el tiempo perdido, “el hombre” no va. Se prepara para sacrificar lo nacional y ganar en lo internacional; se presentará ante el mundo como un demócrata cabal rechazando un nuevo mandato. Mientras tanto, todos desperdician sus energías evitando su nominación.

La realidad supera la enfermedad que todos contraen en el poder y  obliga a elaborar un artero plan “B”  de rescate. El Barón alemán Muchhausen, narrador fantástico del siglo dieciocho, escribió que pudo rescatarse de la fosa en que cayera halándose de sus propios cabellos. 

Viajará entonces de foro en foro, hasta que se disuelva en la desmemoria pública el descrédito de su último periodo. Esperará del mal gobernar de quien lo suceda una nueva oportunidad de inyectarse  en el ánimo vivificantes dosis de poder criollo.

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