El enemigo de mi enemigo es mi amigo. Ese es el razonamiento que explica que la injerencista y afrentosa carta del senador demócrata Bob Menéndez al Secretario de Estado Mike Pompeo, a quien solicitó que Estados Unidos intervenga para impedir que la Constitución se modifique para permitir una nueva repostulación del presidente Danilo Medina, haya sido considerada como la preocupación de un “amigo” de la República Dominicana que no desea una situación mas de inestabilidad en la región, como la calificó ayer el vocero del Partido Revolucionario Moderno (PRM) en la Cámara de Diputados Ronald Sánchez. En términos parecidos se han pronunciado diputados que se definen como seguidores del expresidente Leonel Fernández, que junto a la bancada del mayor partido de oposición han constituído un sólido frente en la Cámara Baja que, aseguran, impedirá que la reelección pase. También coincidieron diputados leonelistas y perremeístas en que cualquier intento de imponer la reelección por vías ilegales desencadenaría disturbios, alteración de la paz social o algo peor, como advirtió el vocero de los seguidores del expresidente Juan Quiñones, quien recordó que la revolución de abril de 1965 explotó cuando un grupo de patriotas trató de que se volviera a la constitución de 1963, vulnerada por el golpe de Estado contra Juan Bosch. Cuando uno escucha esas comparaciones está obligado a preguntarse si en verdad la cosa es para tanto; también si ese 68% de la población que según las encuestas rechaza la reelección está dispuesto a tirarse a la calle, o si se trata de una amenaza implícita de las fuerzas políticas que han cerrado filas contra la repostulación del mandatario. Cualquiera de esas posibilidades horripila y mete miedo de verdad, mientras las actividades reeleccionistas prosiguen su agitado curso y su principal beneficiario finge estar sordo, ciego y mudo ante esos aprestos.