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En estos momentos confusos que vive la República Dominicana, consideremos oportuno desviar  la atención de nuestros lectores y en general de la ciudadanía, de todo cuanto acontece en el aspecto político a fin  de que todos dirijamos nuestras miradas hacia tantos creadores nacionales e internacionales, que han hecho con su dedicación personal la mejor contribución para el desarrollo de la tranquilidad y la paz universal, porque “toda nuestra fantasía y toda nuestra lógica no pueden facilitarnos sino una idea insuficiente del origen de una obra de arte. No nos es dado descifrar este misterio más luminoso de la humanidad, acaso no podemos más que comprobar su sombra terrenal”, ya que no tenemos condiciones para iniciarnos en un acto de creación artística, pues solamente  somos capaces de tratar de reconstruirlo como aquellos científicos que suelen tratar de reconstruir unos mundos desaparecidos. Es que la creación artística es un acto sobrenatural dentro de una gran esfera espiritual, que se aleja a todo tipo de observación, pues lo que todo artista hace en su momento de creación en una situación de éxtasis, que todo artista solamente puede crear su mundo imaginario, pero olvidando el mundo real en que vive.

Si nos vamos por los centros de arte con el propósito de alimentar nuestro espíritu, gozaremos lo indecible y despejaremos muchas dudas, pues en ellos como las bibliotecas o los museos, viviremos  lo mejor que puede obtenerse dentro de nuestras cotidianidades. La lectura de buenos poemas, de un libro de historia o ensayos, la visión de unas pinturas, producen la paz que ansiosamente buscamos. Ese reencuentro con los creadores nos sumerge dentro de su mundo imaginario, en el momento que los disfrutamos. Constituyen la mejor y más agradable manifestación en nuestras vidas, gocemos el arte, la escritura, la música y tendremos la paz que requerimos. ¡Dios salve a los creadores¡ ¡Protejamos a los creadores! Así tendremos vida.