Reflex iones al final de la jornada (2) Pequeños e importantes

Reflex iones al final de la jornada (2) Pequeños e importantes

Más allá del amor, Octavio Paz
Todo nos amenaza:
el tiempo, que en vivientes fragmentos divide
al que fui
del que seré,
como el machete a la culebra;
la conciencia, la transparencia traspasada,
la mirada ciega de mirarse mirar;
las palabras, guantes grises, polvo mental sobre la yerba,
el agua, la piel;
nuestros nombres, que entre tú y yo se levantan,
murallas de vacío que ninguna trompeta derrumba.
Ni el sueño y su pueblo de imágenes rotas,
ni el delirio y su espuma profética,
ni el amor con sus dientes y uñas nos bastan.
Más allá de nosotros,
en las fronteras del ser y el estar,
una vida más vida nos reclama.
Afuera la noche respira, se extiende,
llena de grandes hojas calientes,
de espejos que combaten:
frutos, garras, ojos, follajes,
espaldas que relucen,
cuerpos que se abren paso entre otros cuerpos.

Tiéndete aquí a la orilla de tanta espuma,
de tanta vida que se ignora y se entrega:
tú también perteneces a la noche.
Extiéndete, blancura que respira,
late, oh estrella repartida,
copa,
pan que inclinas la balanza del lado de la aurora,
pausa de sangre entre este tiempo y otro sin medida.
Lo he dicho, lo he escrito, diciembre es un mes de alegrías y nostalgias, de ausencias, de recuerdos, de parada, de inicio, de abrazos, de risas, de llantos…
Diciembre de la hermosa inocencia, de las ilusiones infantiles. No olvido mis preparativos especiales para que el niño Dios dejara el día de Navidad la muñeca anhelada. Mis cartas escritas en letras ininteligibles, que no eran más que el decálogo de peticiones y añoranzas. Los preparativos para la fiesta de Reyes. A los camellos le dejaba agua y yerba y a los tres reyes magos, Melchor, Gaspar y Baltazar, les dejaba leche, cigarrillos y menta verde. Lo interesante de la inocencia es que hacía todo eso, y al mismo tiempo tenía que ir a trabajar con mis padres en la tienda por departamentos que vendía de todo y algo más, en donde se procuraba el sustento familiar. Nunca hice conexión de que los regalos que envolvía a cambio de propina eran las peticiones de otros niños que sus padres complacían. En mi mente infantil, una cosa era la venta de regalos en la tienda, y otra cosa los regalos que traería el Niño Jesús. ¡Viva la inocencia!
Diciembre de las ausencias. Un diciembre de 1987, hace ya 30 años se despidió nuestro padre. Fue mi primer gran encuentro con la muerte. Nunca olvidaré aquella triste Nochebuena. Nos hacían faltas sus cuentos, escuchar de nuevo las hazañas de su vida: su huida de la China comunista, el miedo en el barco que atravesó los mares, la llegada a una tierra extraña sin conocer el idioma ni las costumbres. Su placer de vernos sentado en la inmensa mesa donde a su alrededor estábamos nuestra madre, los nueve hijos, los novios y novias del momento y las abuelas. Escuchar sus monólogos era como si papá quisiera grabar en nuestra memoria las peripecias y las luchas que necesita pasar el ser humano si desea sobrevivir a los embates con honor y trabajo.
Diciembre del amor y la amistad. Es el tiempo de decir que amamos, que demostramos lo que sentimos. Amar no es una palabra como las otras. No es un regalo para comprar sentimientos. Amar no es usar la persona porque me conviene. Amar es estar presente siempre, en la paz, en la alegría y en las penas. Intento siempre aprovechar la llegada de este tiempo para expresar con gestos y palabras cuánto amo a mi pequeño-gran entorno familiar y de amistad. Aprendí, cuando mamá se nos fue tan de repente, que mi único consuelo era que siempre le dije con gestos y palabras cuánto la amaba. Entonces me prometí que mi entorno estaría siempre informado del amor que les profeso. Así he tratado de hacerlo con mis amigos y familiares. A veces somos tan pijoteros con las palabras, vivimos en las prisas y nos olvidamos de decir cuánto los amamos.
Diciembre de la muerte y la redención. Un año que termina con sus logros, sus intentos fracasados, metas no cumplidas. Un año que termina para evaluar, para evaluarnos. Preguntarnos: ¿Cumplí con mis deberes? ¿Hice todo lo posible por cumplir lo que me prometí? ¿Pude ser mejor persona? ¿Maltraté a los demás injustamente? A veces por querer cumplir las tareas maltratamos y pisoteamos a los que nos rodean. Llegar así no es válido. El mundo está lleno de gente que aplasta, hiere y traiciona porque lo importante para ellos es llegar a cualquier precio. Yo soy de las que defiende que lo importante es el trayecto, disfrutarlo mientras lo hacemos. Hacer el esfuerzo por alcanzar lo que nos proponemos es un impulso para vivir. Diciembre de la redención porque nos brinda la oportunidad de revisarnos, mejorar, ser autocríticos con nuestras acciones. Perdonar si alguien nos ha ofendido. Ser capaces de pedir perdón si hemos pronunciado alguna palabra fuera de lugar.
Mientras escribía estas reflexiones me llegó una llamada de mi querida comadre Águeda para informarme que el esposo de Yuyi, una de las Superchicas, el grupo del colegio, había muerto de un infarto. Se preparaban para viajar a estar con su hija a los Estados Unidos. La información me dejó estupefacta, perpleja. ¡La vida es un soplo! ¡La muerte está presente y nos asecha! ¡Oh Dios! Oh Yuyi, tú y Carlos estuvieron tan cerca de mí cuando sufría con el proceso de Peng Sien.
Me detuve unos minutos. Dejé de escribir. Me puse a mirar al infinito y a pensar. El Ying y el Yang siguen su curso indetenible. Los opuestos a veces se superponen. La alegría y la tristeza; la salud y la enfermedad; la vida y la muerte. Son los antónimos que nos rodean, que nos acechan, que están presentes hasta el final de nuestros días.
Tristes son las despedidas. Un diciembre que Yuyi, como nosotros los hijos de Miguel Sang, no olvidaremos. Diciembre de despedidas insospechadas y sorprendentes. Diciembre para recordar, diciembre para empezar, diciembre para seguir, diciembre para soñar de nuevo, diciembre para renovar esperanzas, diciembre para recordar lo vivido.

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