La estupidez y la inteligencia: Los hombres se amontonan alrededor de la estupidez como las limaduras de hierro alrededor del imán. La estupidez y la truhanería son las que hacen andar a la muchedumbre por un lado de la calle con preferencia al otro.
Las grandes corrientes del pensamiento, la moral de Manú, la espiritualidad de Platón, el Cristianismo, el Renacimiento, la Reforma, la Enciclopedia, la declaración de los Derechos del Hombre, el manifiesto de Carlos Marx son balbuceos frente a la resistencia pasiva de la estupidez.
¿No has notado nunca la violenta reacción, el simultáneo movimiento de defensa de una comunidad de estúpidos cuando entre ellos aparece un inteligente? Cuando un inteligente entra en un salón, los estúpidos se burlan de su corbata; cuando surge en medio de un pueblo, lo injurian y lo crucifican. Jesús luchó contra la estupidez de los formalistas; Buda luchó contra la estupidez de los formalistas brahmanes. Cuando un inteligente dice: Para ir a la India a comprar especias, en lugar de dar la vuelta a Africa intentemos navegar hacia el Oeste, acaba haciendo el viaje de regreso con cadenas en las muñecas, aunque en su viaje de ida haya descubierto un continente. Y esta desventura se ha hecho le sobreviene porque ha luchado contra la compacta organización de los que han tomado como consigna la frase: Siempre se ha hecho así.
Pero si todo se hiciera como siempre se ha hecho, todavía arderían en las plazas las adivinas, serían atormentados con hierros candentes los epilépticos, se tomarían por brujas a las mujeres que tuvieran un lunar; serían ahorcados, como en el mil seiscientos, los que comen carne en Cuaresma; se lapidaría a la adultera y se emplearía la tortura para obligar a confesar (aunque todavía hoy se hace, pero naturalmente no en público).
Debido a la intervención de algún inteligente hemos descendido de la lapidación de la adúltera a los dieciséis francos con que el código francés castiga el adulterio, y es obra de algún inteligente el que la tortura no sobrevivirá más que, atenuadamente, en alguna comisaría, donde a las patadas en el vientre se las llama interrogatorio, (Pitigrilli).