Reflexionando

Reflexionando

¿Quién es el que ha visto un Nacimiento y no ha sentido una inmensa alegría inundar su corazón? ¿Quién no se ha hallado como en su casa, en su propiedad, en aquella naturaleza fantástica de corcho y papel engomado, con sus obscuras cuevas, en que ora ante un Crucijo un santo ermitaño, gracioso y sencillo anacronismo, como lo son el cazador que en un selva de matitas de romero dispara un tiro a una perdiz posada en la torre de una ermita como una cigüeña, y aquel contrabandista con su manta y su sombrero gacho, que con un cargo de tabaco se esconde tras un roca de papel, para dejar libre paso a los tres Reyes que por las altas cumbres de esos Alpes de corcho caminan en toda su gloria?

¿Quién no se siente el placer inexplicable al ver pasar aquel borriquito cargado de leña por un soberbio puente de cantería de papel?…¿Quién no se afana por descubrir debajo de los cristales que figuran tan bien un río helado, los peces, las tortugas, los cangrejos que están con toda comodidad sobre el cauce de dorada arena, trastornado en sus tamaños respectivos los que les atribuyen los naturalistas? Se ve aquí un cangrejo, por cuyas tenazas puede pasar una anguila, su vecina, como por el ojo de un puente, aquí un ratón colosal mira con aire de Matamoros a un diminuto y pacífico gatito; más allá un borrico disputa con una liebre sobre el grandor de sus orejas, que son del mismo tamaño; un toro se ve en igual contienda en punto a cuernos con un caracol, y un fornido pato no quiere ceder la primacía a un cisne raquítico. ¿Puede acaso darse una fiesta más alegre, más sencilla, más tierna, y al mismo tiempo más elevada? Es la inocencia, la pobreza, la sencillez, primeras bases del magnifico edificio del Cristianismo. (Fernán Caballero).

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