A raíz de esta hermosa fecha de cuaresma que vivimos, quise motivarme a escribir sobre la importancia de revisar nuestro actuar, porque hoy día la mayoría de las personas dicen y afirman ser cristianos, pero su forma de vivir y andar diario dice todo lo contrario.
Porque ser cristiano no es ir a la iglesia todos los día y darse tres golpes en el pecho porque eso sana todo el mal que hizo en el día, ser cristianos no es estar mandando mensajes espirituales todo los días ni estar bendiciendo a todo el que ve, ser cristiano no es lo que dices, sino lo que haces. Ser cristianos debe ser lo que se refleje en nuestros actos, es que nos pese la lengua antes de ofender a alguien, es que no seamos capaces de crear cizañas para provocarle un mal al otro, es que en nosotros no exista espacio para el odio, para la envidia, ni menos para la maldad.
Una vez me llegó muy profundo una homilía de un sacerdote muy querido, donde señalaba que JESÚS decía que los cristianos auténticos se diferenciarían de los falsos por su fruto, es decir, por sus obras y enseñanzas. Y es que, inevitablemente, lo que entra en la mente y el corazón de las personas determina lo que éstas producen. Así, quienes aprenden mentiras religiosas dan “fruto inservible”, mientras que quienes aprenden la verdad dan “fruto excelente”.
No hay dudas que en estos tiempos, la diferencia es más clara que nunca. Los falsos cristianos tienen un concepto equivocado del Creador y a menudo su devoción no es más que una fachada, pero los que conocen bien a Dios lo adoran “con espíritu y con verdad” y se esfuerzan por imitar a Cristo.
Jesús advirtió: “No todo el que me dice: ‘Señor, Señor’, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”.
Debemos reflexionar con el corazón en las manos, y hacer conciencia de que el auténtico cristiano es aquel que vela por que la verdad moldee siempre su actitud ante todo aspecto de la vida, como el dinero, el empleo, las diversiones, las costumbres y celebraciones populares, el matrimonio y las amistades.
Estuve leyendo un hermoso versículo donde dice que como el amor es producto del espíritu santo, se les permite a los cristianos verdaderos hacer cosas que resultan imposibles para la mayoría, como superar las barreras raciales, culturales y políticas. Y así, las personas mansas no pueden menos que sentirse conmovidas al ver tal amor. Porque los auténticos cristianos procuramos tratar con amor a toda persona.
Tengamos siempre presente que la impaciencia, ira, lujuria, rivalidad, no son cosas agradables de experimentar y manchan por siempre nuestra alma.