Una clase es una categoría de distinción social, económica y política a través de la cual se puede agrupar analíticamente a un determinado grupo de seres humanos en un territorio o Estado-Nación y en las instituciones que lo componen. Las clases se diferencian por la propiedad o explotación de medios de producción, por sus formas de acumular riqueza y disponer de ella en la compra de bienes y acceso a servicios y/o por los perfiles de comportamiento colectivo que algunos suelen llamar estatus, modales o prestigio y que sirven para jerarquizar las interacciones y las distancias entre segmentos de población.
Una crisis es la ruptura causal y condicionada de un proceso, fenómeno o institución social. Un estado de cosas donde la norma es lo inestable, irregular o inconsistente y donde resulta difícil estabilizar o controlar las dimensiones fundamentales de la vida. Existen crisis de época, estructurales, coyunturales y/o accidentales.
Una pandemia es la expansión a gran escala de una enfermedad con un alto nivel de contagio. Hoy millones de personas alrededor del mundo han sido contagiadas por la pandemia del SARS-CoV-2, un porcentaje de ellas ha fallecido y de los que han sobrevivido miles se encuentran en condiciones corporales atrofiadas y con severos traumas psicológicos como secuelas. Todavía en países como Estados Unidos y Brasil la pandemia se encuentra en plena expansión de su primera ola (es inminente una segunda). Las economías del mundo han sufrido a profundidad las consecuencias, el comercio mundial se ha ralentizado y miles de empleos se han perdido.
La crisis pandémica del covid19 es una más de las crisis históricas de clase, no la definitiva como quisiera algún marxista nostálgico y arqueólogo, pero si una de las más profundas de las décadas posteriores a la caída del muro de Berlín y de la URSS entre 1989 y 1991. El mundo neoliberal, el de todo el poder al individuo y solo al individuo, navega en aguas muy turbulentas esta vez, sin duda peores que las provocadas en 2008 por la crisis financiera de las hipotecas basura, mientras pide a gritos un gran salvavidas a papa Estado en el nombre de la “estabilidad”.
Los Estados y los medios de comunicación “mainstream” hacen un grandísimo esfuerzo por ponerle paños tibios a la profundidad de la fractura global. Hablan de estadísticas de contagios y fallecidos, juegan con el glosario de términos científicos, pronostican fechas de vacunas y emborrachan de información pop a las grandes masas de seres humanos convertidos en consumidores de enlatados de telerrealidad y telesimulacros. Mientras algunos llaman teletrabajo al esfuerzo que las clases sometidas hacen de forma disfuncional y precaria con más miedo que talento y con más ansiedad que productividad para evitar el naufragio laboral y la pérdida de ingresos en medio de tanta incertidumbre.
A pesar de que nadie esta a salvo del potencial contagio, el virus impacta más duro en las clases precarias, en los vulnerables y en desventaja sistémica. El virus daña más a las madres solteras que no tienen con quien dejar a sus hijos si se enferman, a las empleadas domésticas que se quedan sin empleos y sin amparo estatal por miedo al contagio de las clases de “buenos modales e higiene”. El virus se ensaña contra los que tienen que salir diario a buscar el sustento de sus familias, los llamados “informales”. Dispara a matar a los policías, paramédicos, enfermeros y médicos de primera línea de atención de emergencias e intensivos. La pandemia no esta creando una nueva normalidad, esta acentuando las grandes lagunas de la vieja, ¿Quiénes se salvarán cuando se hunda el titanic?, la historia está disponible para demostrarlo.