En materia de derechos no deben existir zonas grises (que para eso está el derecho). El orden constitucional y jurídico de un Estado-Nación como el dominicano, que se dice ser democrático, social y de derecho(s), debe amparar en toda su amplitud a todo el abanico de diversidades humanas que lo configuran y sobre todo proteger y salvaguardar la vida de los grupos sociales históricamente marginados y discriminados por las instituciones de poder que lo fundaron.
Las mujeres, no sobra decirlo tantas veces como sea necesario, han sido históricamente discriminadas por un orden institucional que otorga privilegios, ventajas y recursos a los hombres (y a mujeres que actúan como ellos). Sobre todo, las mujeres pobres, mulatas y negras suelen ser discriminadas mucho más que sus pares, blancas y de altos ingresos.
En el caso de estas mujeres en condición de múltiple discriminación, la invisibilidad, la vulnerabilidad y la fragilidad de sus vidas y la de sus descendientes se expande en el terreno de la realidad social en la que sobreviven diariamente.
El debate virtual y mediático sobre las tres causales para muchas mujeres de los grupos subalternos de la sociedad dominicana les resulta ajeno, intrascendente y sobre todo poco vinculado al mundo concreto de la vida que les toca enfrentar, asociada siempre a dificultades básicas como comer, trabajar, tener un techo y enfrentar los desafíos de “educar” a control remoto a sus proles (casi siempre sin padre responsable).
En una sociedad donde todo parece y nada es, donde simular en las vitrinas digitales es el acto cumbre y donde manipular ganado electoral es “paja para la garza”, someter un tema trascendental de derechos fundamentales a un referéndum como supuesto mecanismo democrático de decisión solo sirve para ratificar el control sobre las instituciones sociales dominicanas que pretenden seguir sosteniendo hombres (y mujeres que piensan como ellos) que desean dirigir anacrónicamente una sociedad de siglo XXI desde un poder históricamente sobrevaluado y hoy por suerte muy desprestigiado en las instancias donde la vida real sucede.
La democracia debe construirse y constituirse sin mascaras ni disfraces. Sus herramientas, útiles y pertinentes sin duda, deben ser usadas de forma pertinente y justa, siempre después de desarrollados los cimientos de una pedagogía de la conciencia participativa, donde los dominicanos y dominicanas, en su totalidad, aprendamos la importancia de involucrarnos en lo común y en lo público y en las decisiones que nos afectan a todos y todas en nuestras vidas privadas y colectivas.
Algunos (hombres) les encanta ponerse la correa y luego los pantalones cuando se trata del fondo de un problema social, sería importante que esta vez, y tal vez por primera vez, alguien con la suficiente sobriedad de Estado y sentido común, use los mecanismos de la democracia para producir justicia a las mujeres y el derecho que tienen a decidir sobre sus cuerpos, cosa que los hombres hacemos desde hace siglos y nadie nunca nos invitó a un referéndum para decidirlo.