Reflexiones a la Zurda. Género en RD: ¿Las ramas o la raíz?

Reflexiones a la Zurda. Género en RD: ¿Las ramas o la raíz?

Carlos De Peña Evertsz

En los últimos años, miles de mujeres de clase media de los países occidentales de mayor desarrollo humano (incluyendo los más avanzados de nuestra región) han estado organizándose y movilizándose en las calles, redes virtuales, medios de comunicación convencionales e instituciones políticas, académicas y ciudadanas, en demanda del reconocimiento de sus derechos fundamentales y de lograr avances concretos e inmediatos en materia de políticas públicas y legislaciones que sirvan de mecanismos de corrección de las desigualdades realmente existentes en materia de género y poder, con resultados evidentes (aunque insuficientes), logrando al menos que retorne al epicentro de la vida social occidental la agenda pendiente de los setenta y ochenta del siglo XX construida por sus madres y abuelas.

Un nuevo feminismo lleno de matices y heterogeneidad (y como todo lo social cargado de errores y aciertos) ha despertado con fuerza de disputa, siendo su aporte fundamental, el retorno a la política de las categorías relevantes, de los sentidos y saberes que obligan al pensamiento, sentidos y saberes que desafían la lógica mercantil y enlatada del quehacer político contemporáneo. Independientemente del resultado, su lucha debe servir para enriquecer la disputa por el poder sobre lo público, con más sustancia y menos simulacro mercadológico.

Lamentablemente nuestro país no forma parte relevante de ese contexto internacional, porque nuestra organización social, política y económica no tiene la suficiente madurez de conciencia ciudadana (y entiende muy poco de la democracia y sus implicaciones). A pesar de nuestros notables avances en materia económica, seguimos siendo un conglomerado humano con rasgos de pensamiento colonial y en las colonias el quehacer crítico y el debate reflexivo con frecuencia sufre de desplazamiento cognitivo y de desenfoque de relevancias, porque a la colonialidad periférica le cuesta mucho pensarse a sí misma ajena al centro y desde sus identidades particulares. Por eso en RD tenemos pendientes más preguntas que respuestas.

¿Qué papel ha jugado el Estado dominicano durante lo que va de siglo XXI en materia de reducción de la desigualdad de género?, ¿Está diseñado y concebido nuestro ordenamiento constitucional y jurídico para mejorar las condiciones de paridad de género de nuestro país?, ¿Las gestiones municipales y legislativas han mejorado y reducido las brechas de género en la vida concreta de los territorios dominicanos?, ¿Han cumplido los partidos políticos que participan del sistema electoral dominicano más allá de lo que diga o no la ley con una agenda de paridad de género en sus organismos y candidaturas?

¿Es verdad que en las empresas dominicanas las mujeres pueden ocupar posiciones de poder sin masculinizarse en su carrera hacia la “cima ejecutiva”?, ¿Qué precio en sus vidas intimas pagan las mujeres obligadas a decidir entre su familia y su trayectoria laboral “exitosa”?, ¿Conoce alguien las implicaciones del “burn out” femenino fruto de una cultura laboral que premia a las mujeres adictas al trabajo y castiga las que tienen vida “más allá de las cinco”?

¿Qué tiempo disponible para su cuidado personal y su salud le quedan a la mayoría de las mujeres dominicanas que tienen que cumplir el doble rol de gestoras de hogar y empleadas o empresarias?, ¿Es justo el salario que reciben las mujeres por su trabajo en RD?, ¿Qué prioridad tiene el matrimonio y el embarazo infantil y adolescente en la agenda de los que hacen propaganda a favor de un tipo de organización familiar jerarquizada desde el machismo?.

¿Saben quienes cuestionan los cambios mínimos (insuficientes e insustanciales) en el sistema educativo dominicano en materia de género, que todavía no hemos resuelto temas ancestrales como el racismo, los estereotipos de clase y la discriminación sociocultural en nuestras escuelas y hogares?, ¿Saben que la pobreza golpea más duro a las mujeres dominicanas que a los hombres?, ¿Entienden que la violencia simbólica y física afecta más a las mujeres que a los hombres?

Somos un país de institucionalidad precaria y simulada, de escasa formación política, con limitada comprensión de los derechos y deberes ciudadanos, y todavía nos cuesta comprender el significado de las palabras “matrimonio”, “amor”, “divorcio”, “hombre”, “mujer”, “identidad”, “género”, y sobre todo en las últimas semanas, ha quedado más que evidente que las palabras “debate”, “argumentos”, “sentido común”, “profundidad” y “rigor” son materias ausentes de la opinión pública nacional.

Somos un árbol al que le encanta contemplarse las ramas y casi nunca tocarse la raíz, cuando lo hagamos a la inversa, los “gurús internacionales” (de cualquiera inclinación ideológica) no serán el “sabor del mes” para el espectáculo cotidiano y entonces y solo entonces seremos un Estado democrático, una República institucionalmente robusta y una sociedad avanzada en desarrollo humano. Prospera, Libre y Educada.