Reflexiones a la Zurda. La Plaza en la Encrucijada Democrática

Reflexiones a la Zurda. La Plaza en la Encrucijada Democrática

Carlos De Peña Evertsz

«Cada crisis es una invitación a ingresar en el maravilloso mundo de las infinitas posibilidades»

El próximo domingo quince de marzo se cumplirá un mes del estallido de una crisis política sin precedentes en la historia de la mutilada y simulada democracia dominicana. No por su nivel de profundidad o magnitud, sino por el sorprendente nivel de torpeza, incapacidad y mediocridad de los agentes de poder involucrados en la misma. Una vez más quedo demostrado que la estructura de poder político en este país tiene la identidad quebrada de sentido y la personalidad colectiva en estado de disonancia cognitiva. Las élites políticas dominicanas no ven, no escuchan, no comprenden, ni se ubican en el contexto de época de esta segunda década del siglo XXI.

Las suspendidas elecciones municipales dominicanas que debieron celebrarse el pasado domingo dieciséis de febrero, terminaron convertidas en un escándalo mediático internacional, con grandes coberturas de las grandes cadenas de noticias regionales y sin que hasta el momento se sepa que paso, quienes son los responsables y si serán sometidos a la justicia para sanciones ejemplares.

Las instituciones de la democracia dominicana están llenas de escenarios de simulación, donde nadie es responsable efectivo de nada y donde no sucede nada trascendental para la vida de la gente común. En la mayoría de los casos los representantes políticos secuestran la representación otorgada por la voluntad popular para convertirla en correa de transmisión de sus privilegios presentes o potenciales. El poder político dominicano juega en clave de conflicto por la propiedad de la “patente de corso” sobre el uso y abuso de los recursos públicos para acumular ventajas sobre el adversario coyuntural.

El neopeledeismo gobernante, hoy en deterioro y declive, durante quince años ha tenido control de todos los mecanismos de poder institucional (y cultural). Todo lo que han podido corromper lo han corrompido, todo lo que han podido torcer lo han torcido y todo cuanto han podido comprar lo han comprado, hasta lograr lo que parecía imposible, “jartar” a todo el país de sus prácticas toxicas de poder.

Pero más allá de la salida inminente del neoepeledeismo del poder ejecutivo (su salida del poder es otra cosa), la democracia dominicana se encuentra en una encrucijada histórica compleja, por primera vez en años sucede una conjunción probable de cambio de partido gobernante y transición generacional del liderazgo político.

Algunos “futurólogos” entusiasmados dirán que estamos a la puerta de un “cambio profundo” del sistema de poder dominicano. Nada mas alejado de la realidad. Hoy estamos sentados en una bifurcación circunstancial que puede llevarnos a reformas institucionales importantes en forma más no en fondo, a cambios cosméticos del orden normativo o a la puerta de una crisis de nuestro relato político central.

Mientras eso sucede, la plaza, sus actores y actrices, sus dinámicas de diálogo, sus aciertos y desaciertos, sus presencias y sus ausencias, su horizontalidad y agitación, su seria interpelación al poder y a sus mecanismos y ridículos formalismos, parece convertirse en una ventana de esperanza, tenue y modesta aún, pero esperanza al fin. La clave será traducir esa esperanza en capacidad estratégica y sobre todo en potencia narrativa para crear mayorías conscientes de su papel, de su poder y de su deber por una República Dominicana distinta y verdadera.

¿Realmente se van?

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