Reflexiones a la Zurda: Mascaras y Mascarillas

Reflexiones a la Zurda: Mascaras y Mascarillas

Carlos De Peña Evertsz

Las fábricas de las máscaras que solemos usar los humanos para representar nuestros roles sociales y económicos están presentando una aguda escasez de productos. La materia prima con la que se elaboran tiene limitaciones de creación por los imperativos conductuales de la pandemia. Esto ha obligado a la aparente civilidad colectiva, a la relativa reorganización de prioridades y/o al auténtico uso del tiempo vital. La crisis viral ha creado una horizontalidad temporal de saberes y quehaceres cotidianos la cual no tardara en retornar a la habitual verticalidad y al real distanciamiento social.

A pesar de las dificultades presentadas, la crisis de disponibilidad de máscaras va siendo superada a gran velocidad, las fabricas han adaptado sus modos de producción a la creciente y frenética demanda de mascarillas de aparente protección y prevención contra el virus. Oferta y demanda bailan entre precios, docenas y modelos que prometen salvar vidas o al menos hacer pensar que pueden ser salvadas.

A los humanos nos esta costando adaptarnos a esa llamada “nueva normalidad” que implica el uso continuo de las mascarillas de protección viral. Nos obliga a recodificar las miradas y los gestos faciales desde un exceso de transparencia que pocas veces nos damos el lujo de permitirnos.

La ausencia de las mascaras con las que nos sentíamos cómodos, las que usábamos para vender a terceros una idea, una emoción falsificada, una mentira condicionada y/o una intención velada esta cambiando las reglas del juego de la vida en común en la escalera de la organización social.

Las mascarillas nos están robando (temporalmente) los simulacros cotidianos y por ende están poniendo en jaque nuestra salvación transaccional. Aquella que nos permite facturar, consumir, cobrar, devolver, renegar o tributar nuestro buen comportamiento de consumidores del espectáculo de las elites globales en el disfrute de sus acostumbrados privilegios. En eso, y en muchas cosas, la pandemia nos está fallando, mientras nos obliga a ser una versión original de nosotros mismos, humana, frontal y llena de nuestros mejores miedos, traumas y vacíos.

Pero nadie debe preocuparse, ya las fabricas de ilusiones y espejismos tienen en fase de preproducción modelos avanzados de mascarillas de todos los diseños, colores y usos posibles. Tendremos en las tiendas: mascarillas para los codos, para las barbillas, para colocarse en la boca y dejar la nariz al descubierto. También mascarillas para combinar con los estilos y modas, antiarrugas, con piedras preciosas, perfumadas para seducir a terceros, para rebajar libras mientras las lleva puesta y hasta mascarillas maquilladas e hidratantes para proteger la piel.

Lo único que les ha dado dificultad a los fabricantes es hacer una mascarilla homogénea, de larga duración y cien por ciento protectora de la vida. Para ellas no tenemos presupuesto, ni demanda. A los humanos no les interesan, no aportan nada a la imprescindible distancia social ni tampoco a la “nueva” normalidad que preserva los privilegios de las viejas máscaras, un alivio para todos, algo bueno nos debe quedar de nuestras viejas, útiles y trascendentales costumbres.

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