Reflexiones a la Zurda: Por un nuevo mundo femenino

Reflexiones a la Zurda: Por un nuevo mundo femenino

Escribir estas reflexiones a propósito de una conmemoración (no una celebración) de un día particular para uno/una de las identidades de género (biológicas, sociales o auto reconocidas) que configuran la especie humana que habita la tierra ya es de por si una clara evidencia de las condiciones y construcciones históricas alrededor de la trayectoria vital de las mujeres, la asignación de roles para ellas y la forma en la que las instituciones de la vida las han tratado (y sobre todo discriminado y maltratado).

Siempre escribo desde una posición de privilegio, soy un producto social e histórico condicionado por el lugar y el momento donde nací (Santo Domingo, 1974), por quienes fueron mis padres y sus ancestros y ancestras, y bajo cual paradigma de familia nuclear androcéntrica construyeron su proyecto vital de clase media durante las dos décadas finales del siglo XX.

Soy, además, un producto del colegio católico donde forjé rasgos de mi identidad, del entorno socioeconómico a través del cual aprendí las categorías binarias de sobrevivencia, lo bueno/lo malo, lo bello/lo feo, lo normal/anormal, lo correcto/incorrecto, lo moral/inmoral, entre otras.

Pero sobre todo soy hoy, un hombre (si es que eso tiene alguna importancia) construido desde los errores (abundantes), cicatrices y matices de mi relación con lo femenino y con las mujeres que en gran medida lo constituyen y por tanto puedo escribirlo sin miedo, la masculinidad dominicana fue y es mutilada institucional y humanamente.

Somos los hijos y nietos herederos de un mundo donde la mujer era/es un instrumento de poder y satisfacción sexual por un lado y un objeto virginal de apareamiento y atención a las ocupaciones domésticas del hogar-templo por el otro.

Soy, como muchos, heredero de unos códigos, símbolos y representaciones de lo masculino y lo femenino, que otorga al vocabulario y los discursos patriarcales condiciones normativas de superioridad y a las dinámicas femeninas condiciones de inferioridad e insuficiencia para enfrentar el mundo público.

Por eso muchas mujeres que participan en la esfera pública caen en la trampa de asumir como referencia de sus logros vitales las practicas de poder propias del machismo y las reproducen para tener “éxito”, lo que trae como consecuencia un “efecto halo” de paridad, que no es otra cosa que sobredimensionar las cantidades de mujeres en posiciones de poder (otro tema es para que sirve ese supuesto poder), dejando sumergidas en lo privado las implicaciones arbitrarias de las practicas sociales intimas vinculadas a esa inserción paritaria aparente.

Como heredero y practicante (consciente o no) de un orden histórico que ha enajenado, disminuido, limitado y distorsionado lo femenino en los cuerpos de hombres y mujeres y sobre todo en sus conductas sociales, asumo, en camino a mis cincuenta años terrestres, la autocrítica y el perdón como herramientas de sanación interior y en esa misma proporción asumo el compromiso de contribuir, desde mi posición de privilegio de clase y mi rol de cientista social, al diseño y construcción de un mundo donde lo femenino (en hombres y mujeres) sea asumido sin miedos, culpas o distorsiones.

Más allá de felicitar a la mujer en “su día” o de reivindicar sus derechos pendientes, la gran tarea es la creación de ese mundo nuevo en sus significados, instituciones y prácticas. Un mundo donde los cuerpos sean libres de estereotipos y prejuicios, donde lo masculino y lo femenino pacten un baile democrático de libertad y coexistencia identitaria, donde esas diversas identidades humanas puedan ejercer sus emociones, sensibilidades y sentidos en un marco común de respeto y aprendizaje.

Ese sería un gran legado a nuestros descendientes, pero sobre todo un regalo a nosotros mismos, los de aquellas cicatrices autoritarias pendientes de reparar. Manos a la obra.

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