Han pasado cincuenta y seis años de aquel sábado de 1965 donde se dio inicio a una de las gestas heroicas de mayor trascendencia en el devenir histórico de esta media isla que algunos insisten en denominar República.
Para mí el más importante ejemplo de valentía y sacrificio por algo tan abstracto y tan ajeno a lo individual como la idea de patria. Seres extraordinarios aquellos de aquel abril, de un temple, coherencia y carácter singular, pero sobre todo de un desprendimiento romántico propio de maestros y místicos consagrados a forjar la conciencia para ponerla al servicio del bien común.
Una estirpe única de hombres y mujeres comprometidos con la democracia y sus instituciones, honor y gloria los definen.
Creo imprescindible, para que el esfuerzo de esos héroes y mártires no sea en vano, que las ciencias sociales dominicanas contemporáneas, con nuevas herramientas analíticas y metodológicas se avoquen a un esfuerzo riguroso y documental de reinterpretación y comprensión del fenómeno histórico que significo aquella epopeya.
Debe hacerse sin intenciones revisionistas o negacionistas, pero si debe implicar la superación de la subjetividad romántica y valorativa de las asignaciones y designaciones de heroicidades y/o complicidades.
El prisma con el que las generaciones de hoy se merecen mirar los acontecimientos históricos que sucedieron en aquellos meses entre abril y agosto de 1965 tiene que permitir antes que nada el llamar a cada cosa por su nombre, trayectoria y circunstancia.
Caamaño no llego a coronel en abril, Fernández Domínguez no se hizo militar el 19 de mayo, el 1J4 no nació el 24 de abril de 1965, ni sus propósitos coincidían con los de Bosch.
Quedan muchas preguntas pendientes de responder científicamente para que en las aulas escolares y universitarias la máxima verdad posible sea la que prevalezca con el mayor rigor posible.
¿Dónde se formaron los militares que terminaron siendo constitucionalistas?, ¿Cuál pueblo se sumó a la revuelta y cuál no?, ¿Por qué los cívicos golpistas no respetaron la voluntad popular emanada de las urnas de 1962?, ¿Qué papel jugaron los Trujillistas en la revuelta de abril?, ¿Por qué el gobierno de los Estados Unidos al intervenir no retorno a la legitimidad democrática que había emanado de las urnas de diciembre de 1962 (elección y presidente reconocidos por ellos)?
En abril de 1965 no hubo una revolución, en los términos estrictos en los que se define este proceso sociopolítico y económico, no hubo desafío ni disputa sobre el orden social, sus modos de producción e institucionalidad.
Lo que fue motivo de conflicto fue la violación al marco constitucional y la interrupción del mandato democrático emanado de las urnas, sus autores (golpistas) debieron ser sometidos a la justicia y condenados por el crimen de lesa democracia que cometieron. Se salvaron por la invasión de Estados Unidos y por el fraudulento proceso electoral de 1966 que le dio por primera vez la Presidencia de la República al autócrata de Navarrete.
La guerra patria de 1965 es nuestra segunda guerra restauradora, en la primera un grupo de dominicanos heroicos lucharon por restaurar la república anexada a España, a pesar de lograr su cometido lo que sucedió después con el Estado dominicano solo sirvió como palanca para dos dictaduras (Lilis, Trujillo) y para la primera invasión del gobierno de los Estados Unidos (1916-1924).
Abril 65 fue la guerra para restaurar la democracia recién nacida y su constitucionalidad, retornar a Bosch era restaurar el respeto por la legalidad, la legitimidad electoral y la institucionalidad asociada a ellas.
Cincuenta y seis años después, todavía nos cuesta muy caro la creación y el desarrollo de la democracia y el respeto a los derechos humanos esenciales.
Las fuerzas conservadoras ya no dan golpes de estado, aprendieron a controlar el poder sin disparos, más eficiente, más barato, menos arriesgado.
La pregunta clave es, ¿Qué lecciones aprenderán los sectores más avanzados en materia de derechos para que nunca más perdamos la democracia dominicana?
La respuesta es tarea pendiente y no precisamente escolar o universitaria, la democracia la construyen los demócratas diariamente en su vida cotidiana, la democracia de los actos pequeños, silenciosos pero imprescindibles para hacer del mundo un mejor lugar donde vivir, esperamos que esta vez nadie nos invada para impedirlo.