Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días. (Salmo 23:6).
La dicha de ser guiados por el Buen Pastor trae al corazón la seguridad de que mientras caminemos con él, seremos perseguidos permanentemente por el bien y la misericordia; y que cuando termine el camino de la vida, nuestro destino será la casa del pastor, donde permaneceremos con El para siempre.
Ningún otro líder es capaz de ofrecer tanto.
David lo asegura con plena certeza.
Usualmente somos perseguidos por nuestros recuerdos y errores del pasado, pero si caminamos detrás del pastor por la senda de justicia, seremos perseguidos por el bien y la misericordia como un estilo de vida. Con el bien, Dios nos bendice. Con la misericordia nos perdona. Con el bien suple aún más allá de lo que merecemos, con la misericordia nos evitará las consecuencias que merecemos. Un autor cristiano compara el bien y la misericordia con dos perros ovejeros que andan siempre detrás de las ovejas para que avancen y no se desvíen.
Lo más reconfortante es que esas dos virtudes jamás se apartarán de nosotros ni por un solo día hasta que dejemos este mundo.
Precisamente, ese día que dejemos este mundo no nos despediremos del pastor que nos estuvo guiando, sino que seguirá acompañándonos hasta llevarnos a morar en su casa por la eternidad.
Insisto en que ningún otro líder es capaz de ofrecer tanto.
Es claro que el salmo 23 apunta a Jesúcristo, el pastor que se convirtió en cordero de Dios para ser sacrificado y quitar el pecado del mundo. El profeta Isaías dijo de él 700 años antes que como oveja sería llevado al matadero. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino, pero el Señor cargó sobre El el pecado de todos nosotros.
Efectivamente, en su tiempo ese pastor llegó a este mundo, habitó entre nosotros murió en una cruz, resucitó al tercer día, ascendió a los cielos, y ahora está sentado a la derecha del padre intercediendo por sus ovejas.
El salmo 23 resumen la reflexión poética del salmista acerca de ese pastor en quien encontraba consuelo, protección y provisión. Pero una vez entre nosotros, ese pastor dijo algunas cosas de sí mismo que le confirman como el pastor esperado:
En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas… Yo soy la puerta; si alguno entra por mí, será salvo; y entrará y saldrá y hallará pasto. El ladrón solo viene para robar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor; el buen pastor da su vida por las ovejas… Yo soy el buen pastor, y conozco mis ovejas y las mías me conocen, de igual manera que el Padre me conoce y yo conozco al Padre, y doy mi vida por las ovejas.
El también dijo No se turbe vuestro corazón. En la casa de mi padre, muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues a preparar lugar para vosotros.
Así que si vivimos, para El vivimos; y si morimos, para El morimos, y sea que vivamos o que muramos, somos del Señor.