Reflexiones desde el encierro Contemplando la vida desde la ventana, 3

Reflexiones desde el encierro Contemplando la vida desde la ventana, 3

Ayer pasó el pasado lentamente
con su vacilación definitiva
sabiéndote infeliz y a la deriva
con tus dudas selladas en la frente

ayer pasó el pasado por el puente
y se llevó tu libertad cautiva
cambiando su silencio en carne viva
por tus leves alarmas de inocente

ayer pasó el pasado con su historia
y su deshilachada incertidumbre/
con su huella de espanto y de reproche

fue haciendo del dolor una costumbre
sembrando de fracasos tu memoria
y dejándote a solas con la noche.
Mario Benedetti
El encierro no termina todavía. Los días siguieron sucediéndose, uno tras otro. De todas maneras, decidí felicitarme por ser testigo del nacimiento de un nuevo día. Me sentí feliz de ver el primer rayo de luz que cruzó por las cortinas de la ventana. Era muy temprano.
Después de batallar una noche entera buscando a Morfeo por todos lados, al ver el nuevo día sonreí. Había finalizado mi batalla nocturna. Iniciaba otro día. Todavía seguía en mi prisión temporal, culpable de haber enfermado.
El sol no estaba tan ardiente como siempre, las nubes se encargaron de atenuar su intensidad tropical. La llegada inminente de la esperada tormenta Isaac atenuaba sus rayos. De repente, y desde la ventana de la habitación vi cómo el cielo se fue poniendo cada vez más gris. Llueve, a cántaros a veces. En otros momentos son leves lloviznas. Cuando miré la lluvia, pensé que su llanto incesante podría ser el mío. El cielo hizo suyas mis tristezas y mis nostalgias. Llora por mí le dije a la lluvia. Que mi dolor y mis frustraciones sean tuyas. Alíviame de esta carga para reponer las fuerzas.
Así transcurrió la mañana, entre llantos y lluvias. Las visitas mermaron mucho. El agua siempre trastoca los planes. Lo preferí así. Quería estar a solas mirando la lluvia por las ventanas. Es increíble, cómo puedes detenerte en el tiempo ante el implacable avance de los segundos, minutos y horas, que transcurren aun cuando estás inmóvil.
Ya es de tarde. Ha transcurrido más de la mitad del día y las horas han transcurrido aquí postrada mirando pasar el tiempo, rogando al cielo que el tratamiento fuese eficiente y rápido para que me liberen del encierro.
Mientras escribo estas notas del alma pensé en la capacidad que tiene el ser humano de resistir el dolor físico. Estar doblegada y obligada de cumplir el mandato de los dueños actuales de mi vida, no tienes más alternativa que entregarte toda entera para que hagan con tu cuerpo lo que quieran.
El dolor no existe. Sometida y doblegada, entregada en cuerpo y alma a la esperanza de una mejoría, el dolor físico no existe y los puyazos no se sienten. Obnubilas todo, guardas en un rincón lejano de tu corazón los sentimientos y las sensaciones. Solo existen tú y tus malestares. Nada más.
El cielo se detuvo. Parece que se saturó de llorar. Quizás leyó este íntimo manojo de sentimientos y ausencias. Miré por las ventanas, el día casi terminaba. La gente salía de sus escondites para refugiarse y guarecerse como pudiesen de la lluvia que no terminaba. Los carros tocaban las bocinas como locos, como si el ruido les despejara el paso. Las prisas se apoderaron de todo el mundo. Querían llegar a sus casas en una larga noche de lluvia.
Llegó la noche. La cena insulsa. Solo me quedaba pendiente encontrar de nuevo a Morfeo. Ojalá la tarea de esta noche no sea tan intensa ni tan larga.
De nuevo otro día. Isaac fue solo una amenaza. Fui testigo ¡otra vez! De un nuevo día. Le di gracias al Altísimo por ese regalo. El sol iluminaba la vida con sus candentes rayos.
No sé si fue la esperanza de mi resurrección que me ha hecho ver el día con ojos distintos. Aun las nubes que cubren el cielo se ven diferentes. No me anuncian lluvias, sino figuras distintas para que juegue mi imaginación. Por fin me liberaron. La liberación del encierro no es total. Vuelvo a mi casa a someterme a una rigurosa disciplina con complejos tratamientos. Pero estaré en la comodidad de mi hogar y rodeada de mis cosas. No hay nada mejor que tu propio rinconcito construido con rastros de tu historia personal y de tus recuerdos.
Ahora espero. Los procesos en las clínicas son lentos, muy lentos. Todavía me quedan varias horas de espera. Finalmente se culminaron los largos trámites.
Ya estoy de nuevo en mi casa. Sentada en el estudio dedicado a la TV intentando terminar estas notas.
Antes, me puse a estudiar el largo indicativo médico para los nuevos días de encierro en mi casa. Después de estudiar la larga lista de indicaciones y fórmulas, me pregunto: ¿cómo el cuerpo humano es capaz digerir tantos químicos?
Mañana seré testigo de un nuevo día. Tengo las esperanzas de pasar un largo rato con mis amores pequeños que unos llaman nietos. Ellos con su vitalidad me ayudan a superar las dificultades del día.

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