En este artículo tratare de evaluar de la forma más imparcial que me sea posible, la gestión gubernamental al frente del gobierno del PRM y el presidente Luis Abinader.
Resulta innegable que para la nación fue una prueba de madurez de nuestra democracia la llegada de los perredeístas con nuevas siglas al poder luego de 16 largos años de oposición, por fin, después de todos esos años regresaron al Palacio Nacional con el propósito de demostrar que podían hacer una gestión diferente a la de los morados.
El pueblo ante la división del peledeísmo apostó a un cambio, cuyo resultados evaluaremos dentro del contexto de la crisis sanitaria actual, porque lo primero que debemos de admitir es que al presidente Luis Abinader le ha tocado gobernar en medio de la peor pandemia de los últimos cien años, que está dejando importantes secuelas en lo sanitario, social y económico a escala planetaria.
Sería incorrecto de nuestra parte y de los analistas más sesudos y conscientes dejar de valorar la complejísima situación en que les ha tocado gobernar al país a los perremeístas, porque no ha sido ni es nada fácil dirigir los destinos nacionales en medio de tantas turbulencia que nos ha producido el Covid-19 al pueblo dominicano, pese al gran esfuerzo desplegado para vacunar a los ciudadanos y los resultados hasta ahora logrado comprueban que nos queda mucho por caminar para conseguir la inmunidad del rebaño, a esto se suma la aplicación de la tercera dosis de refuerzo para enfrentar las variantes y nuevas cepas del coronavirus que están produciendo un letal rebrote mundial, sobre todo en los países que son frecuentados destinos turísticos.
Visto desde ese ángulo considero que el gobierno tiene más luces que sombras, porque a nadie nos debe caber la menor duda de la dedicación mostrada por el presidente Abinader y de sus consabidas buenas intenciones.
El gobierno muestra algunas realizaciones en este su primer año de gestión pero, para mí la que tiene mayor valor es el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica, porque ese es uno de los temores principales, que se repitiera la nefasta experiencia dentro del cuatrienio 2000-2004, donde con la quiebra bancaria acaeció un aumento histórico de la tasa de cambio y de una inflación que convirtió a los supermercados “en la casa del terror”.
Aunque la coherencia probada de Luis ha consolidado la decisión de designar profesionales independientes y probos en las Altas Cortes y en la Procuraduría General de la República, la sentencias previas de las medidas de coerción a tan largo tiempo conculcan derechos inalienables, porque tener presos preventivos de 18 meses es una condena moral y anticipada, sin conocer todavía los Tribunales de la República el fondo; ahora bien, la lucha, el combate y la persecución a la corrupción administrativa es una demanda social que como deuda se tenía con el pueblo dominicano, hastiado y asqueado, sobre todo a partir de la creciente megacorrupción.
Seríamos insensatos al no reconocer que el inquilino del Palacio tiene a todo el gobierno nervioso y temeroso de cruzar la raya, porque hasta ahora, al parecer, tenemos un Ministerio Público actuando en
entera libertad, ya que prueba en contrario el primer mandatario no baja directrices a los mismos, algo inédito, puesto que el Procurador General es un funcionario designado directamente por el Poder Ejecutivo, a quien en términos jerárquicos le debe obediencia, examinado los resultados de la tríada compuesta por: doña Miriam, Yeni Berenice y Wilson Camacho, que actúan al margen del gobierno central, siendo esto bien visto por la mayoría de la ciudadanía digital que los apoya celosamente, con esa decisión sin dudas el presidente creó un precedente histórico.
La inexperiencia le ha cobrado al gobierno del cambio con una percepción poco favorable, porque las metidas de patas de muchos de sus funcionarios le ha restado eficiencia operacional a la mayoría de las instituciones públicas, con muchas de ellas que no terminan de arrancar, y con una incomprendida ralentización de los servicios públicos que contrasta con la eficacia de las gestiones peledeístas, algo que es una de las sombras del gobierno del cambio, y que puede estar inoculando en la psiquis de una gran parte de la población el criterio de “que los perredeístas (perremeístas) no saben gobernar, ello así porque cosas simples que duraban horas y días para resolverse, ahora toman semanas y hasta meses.
Tenemos que reconocer que existe una peligrosa parálisis gubernamental por las acciones de control estricto de la Dirección General de Ética e Integridad Gubernamental y la Dirección General de Contrataciones Públicas, que tienen atemorizados a todo el funcionarato público, que han preferido lentificar los procesos que buscarse un problema y chocar de frente con los incumbentes de las mencionadas instituciones.
Sin embargo, soy de los que pienso que según va pasando el tiempo el presidente tiene mayor expertiz, y que tomará mejores decisiones en lo inmediato, para enderezar las acciones erráticas del gobierno y con ello lograr una mayor efectividad de las gestiones de sus funcionarios a los cuales está obligado a evaluar, porque definitivamente “algunos no dan pie con bola”, y tendrá que sustituirlo obligatoriamente, porque de no hacerlo expone al gobierno a un cuestionamiento por parte de la población que convertirá esa crítica en una baja estrepitosa de la estima popular y un dolor de cabeza electoral para fines del proceso comicial del año 2024.
Lo que no le encuentro respuesta lógica todavía, es por qué no se le ha dado una real participación a la dirigencia perremeísta, que se mantuvo impertérrita 16 años de oposición, y se le ha cedido su espacio principalmente a popis y a la sociedad civil, desencantando a sus bases con su propio gobierno, creo que eso le acarreará gravísimos problemas al gobierno del cambio, porque nadie puede gobernar tranquilo con los desafectos entre su propia casa, y que con su público disgusto le sirve de caja de resonancia a las críticas de la oposición.
Falta mucho que hacer y los retos más importantes les toca ahora en este su segundo año, sobre todo la dificilísima prueba de hacer una reforma fiscal, sin que la población de bajos ingresos sea la más afectada, el controlar el rápido aumento de la deuda externa y mejorar el gasto público, cosa muy fácil de decir pero, muy intrincado de hacer vista las opciones y el poder de una oligarquía que hará de todo para que no se le penalice económicamente.
Chancear este primer año al gobierno del cambio es casi obligatorio, por lo del Covid, por la falta de experiencia de sus funcionarios y por la voluntad de hacer las cosas bien que tiene el presidente, al que le sobran buenas intenciones y compromiso, porque trabaja sin horario y sin días de asueto para enfrentar su mayor preocupación: la pandemia.
Por eso soy de los que creo que el gobierno tiene “más luces que sombras”, más por la actitud e intención presidencial que por la de sus funcionarios, que en su amplísima mayoría se han quemado, salvo unas poquísimas excepciones en las que reconozco las eficaces gestiones de los funcionarios: Eduardo Sanz Lovatón al frente de la Dirección de Aduanas, que todo indica que es el funcionario mejor valorado; de Samuel Pereyra en el Banreservas, José Ignacio Paliza al frente del Ministerio Administrativo; en relación con eso, sería una mezquindad no reconocer pese a la merecida críticas hecha por el expresidente Hipólito Mejía por su inaccesibilidad; el trabajo realizado en mejorar el turismo del ministro, David Collado.
El Director de la DGII, Luis Valdez ha sido un eficiente recaudador; Nelson Arroyo en el INDOTEL; y soy testigo de la dedicación, seriedad y entrega de Tony Peña, mi hermano, al frente del Gabinete de Política Social, que ha peinado el país de palmo a palmo este año, llevando pequeñas soluciones a las comunidades de manera directa.
Independiente a las críticas machista de una sociedad patriarcal como la nuestra, mi personal parecer es que si ha habido alguien que le ha dado una imagen fresca, diferente y humana al gobierno ha sido la primera dama, Raquel Arbaje, ha sido de gran ayuda para su esposo, porque a diario le conecta con una población que le reconoce bonhomía, sencillez y franqueza, algo vital en un medio que como en el político existe tanta falsía.
Reconozco que ha habido un aumento de precios considerable en los alimentos este año pero, en gran parte ha sido por el incremento de precio a nivel internacional de la mayoría de los “commodities agrícolas”, y del descuido por parte del sector, como en el caso de la escasez del pollo y de la fiebre porcina que ha obligado a sacrificar a la casi totalidad de cerdos en el país.
Los combustibles siguen siendo el “talón de Aquiles” del gobierno, no tanto por la responsabilidad directa en el aumento del precio, sino por lo mucho que criticaron a los gobiernos anteriores, y los mismos en esta gestión han alcanzado un precio record.
No puedo terminar este artículo sin reconocer el trabajo silencioso y efectivo del asistente presidencial, Margarito de León, quien ha sido el principal “apagafuegos del gobierno”, evitándole al mismo insospechadas crisis, ojalá hubiesen muchos más así.
Aunque colocado en una especie de oposición light, porque no soy parte de este gobierno, a quien ayude a ganar, prefiero no ser crítico de oficio que como muchos otros solo ven los errores sin ver los aciertos, y que no reconocen la dificultad en la que le ha tocado gobernar al PRM, con todo y las acciones erráticas le veo más cosas positivas que negativas, porque los evaluó gestionando un periodo de crisis y no de normalidad, visto así el esfuerzo presidencial ha sido loable.
No sé cómo serán los tres años que restan a esta administración no obstante, tienen por delante un gran reto y mucho que cambiar para ser más pragmáticos y eficientes pero, en este primer año el balance es tímidamente positivo, yo creo que la historia juzgará a Luis con indulgencia por los graves daños dejados por la pandemia, no me sumaré a los que no le ven nada bueno al gobierno y solo destacan sus desatinos, por eso hago mía las palabras de José Martí «El sol quema con la misma luz con que alumbra. El sol tiene manchas. Los agradecidos ven la luz. Los desagradecidos ven las manchas».