Reflexiones en torno a la vida y obra de José Miguel de la Rosa: Presencia temprana

Reflexiones en torno a la vida y obra de José Miguel de la Rosa:  Presencia temprana

José Miguel de la Rosa

Daisy Cocco
De Filippis, Ph.D.

Presidente
Eugenio María de Hostos Community College, CUNY


Hace ya varias décadas, muchas para casi recordarlas, que comencé con este afán de conocerme a través de la palabra escrita. Llegó primero el Comisariado de Cultura Dominicana, fundado por su primer director el Dr. Franklin Gutiérrez; el Instituto de Estudios Dominicanos, fundado por su primer director el Dr. Silvio Torres-Saillant junto a otros colegas; algunas tertulias literarias mayormente masculinas; más tarde La Tertulia de Escritoras Dominicanas, fundada por quien escribe estas palabras, con la colaboración de Marianela Medrano y unos años después, la Asociación de Estudios Dominicanos.


Por esos días conocí a José de la Rosa, un joven alto, tímido, serio y tan respetuoso y solidario. Era un alma noble, a veces parecía un soplo, algo así como esos versos famosos de Octavio Paz, “En la rama/no en la rama/el colibrí.” Su poesía y su persona me recordaban siempre estas palabras, lo efímero con lo duradero, en un dado momento. Me inspiraba siempre José a recordar el poder de la brevedad, de lo sencillo y la presencia de la poesía en los gestos más comunes, transformados por instantes, en trascendentales. Por estas y tantos logros más será siempre recordado con gran cariño y respeto por todos nosotros, los presentes en una emergente comunidad dominicana en Nueva York en los años ochenta y noventa.


En esos tiempos, su escritura fluctuaba entre la poesía y la prosa, produciendo un número de cuentos, poemas en prosa, retratos de momentos en los que el autor aparenta ser solamente testigo, retratos internos en los que el resto del mundo parece ajeno. Uno de sus cuentos es “Cumpleaños”, incluido en Historias de Washington Heights y otros rincones del mundo/Stories from Washington Heights and Other Corners of the World, editado por Daisy Cocco De Filippis y Franklin Gutiérrez, traducción al inglés del cuento de quien escribe estas breves palabras.

Señalaba entonces, en mi introducción a la antología de los cuentos, que en “Cumpleaños” encontramos un constante mirar hacia atrás. En este retrato de la celebración ideal de cumpleaños de Germania se incluye el consabido vals. Germania, planea una noche de seducción amorosa en la que caerá en los brazos de un joven repartidor de flores.

La historia, a pesar de que se radica en Nueva York y presenta sus calles y sus eternos tapones, pudo muy bien tener lugar en cualquier país de habla hispana. Su ánima, su código de comportamiento y sus valores culturales son netamente dominicanos, de cuna española.

Al final del cuento sólo quedan el llanto, el desencanto, la desesperación de Germania junto a la serenidad, ausencia y decrepitud de su vieja abuela que continúa mirando la vida desde la ventana de su apartamento. Esta imagen sirve para recalcar los temas de la soledad y el aislamiento y la ineptitud en la tradición para las mujeres hispanas ante lo que se llama enfrentar la vida.

Si consideramos la presencia laboral, el esfuerzo y el echar adelante de las dominicanas en la diáspora, aparece entonces Germania como el retrato caduco, el modelo descartado de lo que significa ser mujer dominicana en los Estados Unidos en el siglo veinte.

  La prosa en este cuento, cámara lenta, detallista, espejo de la inmensa soledad de Germania se puede contrastar años más adelante con la frenética descripción de un narrador-observador, que no titubea en retratar despiadadamente un momento de absoluto caos y confusión pública en  “Godiva”, el cuento incluido en el medio de una colección de poemas, titulada Otra latitud publicada en 1997.  La descripción, por ejemplo, de un policía que no se detiene, aún cuando sus pies aplastan la cabeza de un niño pequeño en ese correr para perseguir o salvarse, es desvastadora.  El cuento es despiadado, no ofrece excusas atenuantes ante la brutalidad y el egoísmo humano.  Estamos solos en nuestros laberintos internos y más solos aún como parte de una humanidad egoísta y sin compasión.

Durante los noventa recogemos en la colección Tertuliando la primera sección de poemas breves, “Presencia”, que entonces traduje al inglés.  Estos brevísimos poemas nos presentan a la voz poética que se identifica como un naúfrago que se salva y cobra vida por la palabra.  No sólo por la palabra sino por el papel que la recoge y crea el espacio para existir día a día. El último poema en esta sección se reduce a un verso, que consiste en una palabra “Despierto”.  Sólo entonces se puede cobrar esperanza por medio de la palabra escrita, implica el escueto verso, cuando se sueña, cuando la cotidianidad se ausenta y sólo nuestros anhelos parecen existir.

 En la sección “Luz de rostro” el poema “Alternativa” ilustra la timidez infinita de ese naúfrago ante la posibilidad del amor.  Indica que “hubiera preferido matar/el tiempo en un museo,  inventando un cuadro de Dalí…antes que mirarte en los ojos.”  En “Self” recuenta las múltiples formas en que se obliga dolorosamente a seguir adelante.  En “Crepúsculo” regresa a la trascendencia de una mirada, el momento en que las almas se hablan, invitando a sus lectores a que sientan la experiencia de lo absolutamente inefable y a la vez concreto que es el sentir, el mirarse en otros ojos y embriagarse de lo divino en lo humano.  Este acercarse a lo divino por medio del amor humano se encuentra en el centro de toda la colección y culmina en la sección “Canto al amor” en la que se cristaliza el sentimiento de que el amor se puede abrazar en actos de vida cotidiana y la vida nos sonríe cuando entra el amor (lo trascendental) por medio de lo cotidiano (lo efímero). 

 Finalmente, para concluir con estas breves palabras, seguimos leyendo su primer poemario y nos detenemos en el poema VI donde afirma que “Contempla la vida/como a un río/desde la otra orilla”.  Nuestro naufrago se manifiesta de nuevo como incapaz de vivir a plenitud, como testigo perdido, tratando de encontrar el pasaje hacia la otra orilla donde pueda comenzar a vivir y a ser parte de lo que sueña o describe.  Es decir, poder vivir a plenitud como ser humano las experiencias de lo eterno a través del amor que sueña, que retrata pero que sólo cobra vida en la palabra, en el papel que ahora, más de dos décadas de haberlas escrito nos acerca de nuevo a nuestro amigo el poeta, el narrador, el ser humano hermoso que pudo crear y dejarnos este valioso legado.

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