Reflexiones para un comienzo de año

Reflexiones para un comienzo de año

Luis Scheker Ortiz

No se me ocurre otra cosa mejor para comenzar año que no sea dedicar mi primera entrega al Periódico Hoy, que agradezco, para evocar la honradez, el patriotismo, la entrega y el sacrificio de nuestro patricio Juan Pablo Duarte, para que nos guie “por desesperada que sea la causa de mi Patria, siempre será la causa del honor.”
Remontarnos a su vida y a sus enseñanzas para que ilumine nuestros pasos en estos tiempos tumultuosos donde el cinismo y la ambición desmedida, carente de una clara visión política y social enmarcada en valores que ennoblecen el espíritu, nos haga entender que el quehacer político no es, en modo alguno, “una especulación”, un medio de medrar, en búsqueda de enriquecimiento; siendo la política, por lo contrario, “la Ciencia más pura y más digna, después de la Filosofía, de ocupar las inteligencias notables.”
Ciencia que responde a valores estéticos, éticos y morales, a la lógica del razonamiento, la sensatez y la prudencia, del punto justo del equilibrio, en procura del bien común, de la paz y la concordia. Así la concebía y practicaba el Apóstol con su vida ejemplar, capaz de sacrificar su fortuna y su bienestar familiar, teniendo por norte la felicidad de su pueblo: “Sed justos lo primero, si queréis ser felices, porque ese es el primer deber del hombre; y sed unidos, y así apagareis la tea de la discordia.”
Su elevado civismo, volcado en el respeto a la ley como máxima expresión de igualdad y de justicia, fue la mejor forma de demostrar su infinito amor a la patria, a la libertad y a sus conciudadanos. Así nos los hace saber cuando afirma: “La ley no debe reconocer más nobleza que la de la virtud, ni más vileza que la del vicio, ni más aristocracia que la del talento” condenando, “todos los prejuicios raciales, políticos, religiosos, xenofóbicos, al tiempo que se rebela contra toda tiranía, la oligarquía, la demagogia, los traidores, los excesos, el abuso de poder. “La autoridad para ser respetada debe ser legítima” y para ser legítima debe ser justa y sabia.
Su total desprendimiento, su ausencia de ambiciones personales, pudo ser, como apunta el historiador Roberto Cassá, costoso para su sueño libertario cuando, llegado del exilio, sus discípulos y seguidores tumultuosamente, reconociendo su liderazgo y sus virtudes, lo proclaman Presidente en las principales provincias.
¿Cuál hubiera sido la suerte de nuestra patria, si las fuerzas del mal, renegando del sueño redentor y patriótico de Duarte y los trinitarios, no se hubieran impuesto con tan malas entrañas?
Que no se diga que Duarte fue un soñador. Que no se diga que su sueño fue una utopía inalcanzable.
Que su sacrificio y su esfuerzo seguido por la raza inmortal, por nuestros héroes, heroínas y mártires, que en él creyeron, ha sido en vano. Que debemos resignarnos a vivir con lo poco que tenemos y con lo mucho que, como sociedad civilizada, en valores, hemos perdido.

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