Reflexiones sobre el Día de la Juventud

Reflexiones sobre el Día de la Juventud

Ahora que festejamos el Día de la Juventud con un país donde la inmensa mayoría es joven y llena de entusiasmo, aunque a muchos con ciertas razones se les ha apagado la bujía de la mística, debemos volver la mirada hacia los valores esenciales y limpiarles el camino para que transiten con entusiasmo de manos de la razón y el entendimiento, tratando de evitar de cualquier modo que los vicios y la vagancia, así como nuevos modelos de enriquecimiento rápido, de muchos de los de arriba como de algunos de los de abajo, se conviertan en paradigma.

A pesar de lo que se predica oficialmente en materia de inversión en la educación, cuando no existen acciones verdaderamente orientadas hacia un cambio cultural, toda ayuda al final se convierte en un simple subsidio, en una limosna que se da hoy, pero que se gasta de una vez; que puede solucionar el problema de un día, pero que sirve únicamente para alargar la triste existencia de los cientos de miles que no tienen acceso a cosas esenciales para una vida digna. Es algo temible que le sucede a los pueblos que aprenden a vivir de limosnas y a depender únicamente de ellas.

Lo sensato y que realmente representaría un cambio, es capacitarlo. Que la capacitación vaya a las causas y no al simple tratamiento de los síntomas. Que no esté orientada a disfrazar los efectos de la pobreza sino a iluminar y engrandecer al individuo, su cultura, su sociedad, para que de allí se deriven consecuencias de riqueza para las personas, las familias y los grupos sociales. En una acción tendente a abrir nuevos horizontes y mostrar metas promisorias, para que los miembros de las distintas comunidades sean los artífices de un mundo mejor.

La solución en educación y capacitación para la producción y para el consumo sobre la base de un clara y precisa promoción  y defensa de los valores, del trabajo y de la economía, constituyen elementos indispensables dentro de un verdadero concepto de cambio hacia ese mundo mejor, no lo  que promociona  el oficialismo,  que  constituyen  simples ofertas clientelistas.

Si permitimos que se continúe con la política equivocada,  justificamos que una gran parte del pueblo esté condenada a seguir siendo pobre para así asegurarles mediante dádivas un mercado cautivo de  votos. Estaríamos subvaluando el esfuerzo y la superación humana.

Si aceptamos la idea de que los pobres pueden dejar de ser pobres como por arte de magia y sin ningún esfuerzo,  creando ilusiones de solidaridad mediante tarjetas politizadas, tráfico de drogas u otro tipo de dádivas de campaña, permitimos que se estimule el parasitismo social, pero también le abrimos las puertas  de la confrontación social y hasta odio entre los pobres y los ricos.

Si para algunos la educación y los valores éticos y morales no son la única vía de solución, definitivamente representan la base de la solución de todos los problemas sociales que afectan nuestro país.

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