Reflexiones sobre el terrorismo y los terroristas

Reflexiones sobre el terrorismo y los terroristas

El terrorismo es un acto de violencia ilimitada. Debemos todos pedir una plaza en el autobús antiterrorista. Pero esas plazas no se consiguen con gritos o con gestos, sino con más cosas que a los españoles e incluso a los europeos nos cuesta mucho dar. Los más no pueden dar otra cosa que protestas, que, claramente, no es suficiente dar. Con el grito solamente poco se puede alcanzar.

Estamos en el mismo barco que Europa e incluso que Estados Unidos. Tenemos intereses comunes que defender, en función de que están en juego y en peligro cosas de mayor entidad. Por lo tanto tenemos la grave obligación, pensando en el bien común, de buscar las razones que nos unen en vez de los motivos que nos separan. En un mundo agobiado por los problemas el camino más claro, aunque difícil, es el de la unidad de acción frente al peligro.

Ya sabemos que las posiciones moderadas no suelen provocar el aplauso generalizado, pero son realistas y España ha tenido a lo largo de su historia poco realismo y demasiadas emociones.

Mis deseos van por el camino de la igualdad y de la justicia. De la lucha incansable por la solidaridad entre todos los hombres, mediante cambios sustanciales en el entramado socio-económico hasta conseguir niveles de vida mejores para todos, incluidos los hombres y los pueblos más deprimidos. Por eso apunto, como decía antes, a que seamos de una vez servidores de la verdad, con el corazón, con la vida, empujando a los más poderosos a la ayuda y a la hermandad real entre todos lo seres humanos.

Pienso que para vencer al terrorismo hay que quitarle sus argumentos -si es que tiene alguno-. Uno de los caminos para quitarle sus argumentos es el acercamiento real a Dios, al Dios de todos, de cristianos y musulmanes, de judíos y de budistas y de cualquier otra religión sin poner a nadie etiquetas siempre artificiales y muchas veces ofensivas. Si a esto añadimos que debemos mirar al futuro y del pasado debemos entresacar aquello que dio esperanza a los hombres.

Puesto en marcha todo esto habremos hecho de la libertad el camino hacia la solidaridad consiguiendo lo que podríamos llamar un orden integralmente humano. Esta es para mí la empresa a realizar por los que no hemos renunciado todavía a la fe, a la esperanza y sobre todo al amor.

Y ahora hablemos un poco de la razón y el entendimiento. Es impensable un desarrollo cultural e intelectual de cualquier especie sin razón ni entendimiento. Ya sabemos que no le da Dios todo a todos, pero el Estado debe de tener en cuenta que potenciando la cultura y la sensibilidad se agranda el espacio de la razón y del entendimiento del hombre normal, o, si quieren, del hombre sencillo, que se alejará de todo complot o fanatismo que dé albergue al terrorismo.

Si de toda historia de aberraciones humanas hay que sacar provechosas enseñanzas, de la última barbarie terrorista, además de buscar a los culpables por un deber de justicia, hay que pensar en el ‘caldo de cultivo’ a crear para que estos hechos no se vuelvan a producir en ningún lado del planeta.

Los modos y caminos para conseguirlo pueden ser muy variados, pero, insisto, mis caminos van por la solidaridad y la justicia social, por la cultura y la potenciación de la sensibilidad y de la inteligencia, cuestiones estas que nos acerquen más a los hombres y, en definitiva, a Dios; pero, insisto al Dios único, al Dios de todos.

Hay muchas clases de terrorismo y de terroristas; pero ninguno soportaría la presión de la verdad, de la cultura, de la inteligencia, del respeto al inocente, al hombre bueno, al niño, al anciano, al desvalido porque, en definitiva el terrorista tendría que preguntarse: ¿yo, qué busco?, ¿quién me incita a hacer lo que hago?, ¿para qué sirve?, ¿qué consigo con esto?, ¿qué hilos que desconozco me movieron como a una marioneta? ¿Tan cobarde voy a ser que voy a matar por la espalda o por presión de otros?

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