Reflexiones sobre los políticos

Reflexiones sobre los políticos

JOSÉ LUIS ALEMÁN SJ
En uno de sus más fascinantes ensayos, La Política como Vocación, expuso Max Weber algunas ideas no sobre la política sino sobre las cualidades deseables, especialmente las morales, de los políticos.

La situación era dramática. En noviembre de 1919 Alemania, derrotada en el campo de batalla y convulsionada por una revoluciono de obreros y estudiantes, había rendido sus armas ante la «entente cordial» de Francia, Inglaterra y Estados Unidos. Weber, quien se atrevió a pedir al mariscal Hindenburg, líder de los ejércitos imperiales, el levantamiento contra el Emperador Guillermo II, fue invitado por los universitarios de Munich a una conferencia sobre las alternativas políticas del país.

    Para sorpresa y provecho de todos Weber les habló sobre la política como vocación o llamado moral de los políticos. Lanzaba la semilla de una renovación nacional fundamentada en la juventud y en la moral.

     República Dominicana no vive momentos tan extremos, pero hay indicios de pérdida de optimismo en el futuro y de desilusión  del sistema político. Por eso no me parece impertinente recordar algunas intuiciones weberianas  y aplicarlas a la mal llamada lucha contra la pobreza que mejor sería denominarla política en pro de la ampliación de posibilidades de desarrollo integral, no sólo económico, de cada ciudadano.

1. Cualidades morales deseables en los políticos
Comenzaré diciendo que Weber, quien  no estimaba como bueno formular reglas morales muy explícitas, discutió y rechazó comportamientos tipo «sermón de la montaña» (la expresión es de él) que no tuviesen en cuenta los probables efectos de cada decisión política  como la intolerancia y la irresponsabilidad cara a futuras consecuencias. Para él no basta contemplar sólo  la moralidad inmediata de las decisiones políticas. El político es responsable del futuro. De ahí el énfasis dado a los hábitos o tendencias permanentes de la persona política.

   Tres son las principales cualidades del político moral: dedicación a una causa, sentido de proporción entre ideales y realidades, y aceptación responsable y conciente del probable impacto de sus acciones sobre la sociedad.

1.1 La dedicación a una causa de envergadura, la llamada voluntad política, tiene que ser apasionada  en lo que a energía y tiempo se refiere pero no es fruto de la emotividad sino de la convicción. Dada la complejidad de nuestras sociedades el éxito es racionalmente hablando sólo probable. Consecuentemente  toda causa política de envergadura es materia de fe personal.

    Cuando el político está convencido de la bondad y posibilidad de su causa ésta se convierte en la estrella polar que guía toda su actividad. La dedicación a la causa termina, estamos hablando de moral, si sólo sirve a la satisfacción de la vanidad, a la apariencia de poder, al enriquecimiento. Un político auténtico minimiza las tentaciones de vanidad, poder o riqueza en búsqueda de un ideal de bien común y no personal.

1.2 Responsabilidad significa éticamente hablando asumir todas las consecuencias del hacer y no darse a la poco fecunda tarea de achacarlas a los tiempos, al poder de los Estados Unidos o a pasados gobiernos, aun cuando todas estas circunstancias sean verdaderas. La división de poderes

con independencia real del poder judicial no es sólo un imperativo para equilibrar, en verdad para disminuir, la concentración del poder Más importante  parece ser su ayuda a que los políticos se centren en los medios para materializar su causa.

    Es muy difícil para los políticos aceptar la «culpabilidad» de sus fracasos ya que todas sus decisiones son de efectos probables. Precisamente ellos en un sistema democrático se empeñaron en ser electos haciéndose implícitamente garantes del futuro. La sociedad, como la naturaleza, odia el vacío y justa o menos justamente les achaca el éxito y el fracaso de sus políticas. Esta es la bien conocida de antemano cruz del político: lo quisiste luego carga con ella.

1.3  La única manera de conjugar en las mismas personas dedicación a una causa y responsabilidad es la intuición serena y correcta de la  naturaleza y sentido de  las fuerzas sociales, económicas y morales que actúan sobre los políticos. Necesitamos entonces del sentido de la proporción entre lo deseable  y lo real.

 La apreciación de la proporción es inalcanzable si el político no cultiva sistemáticamente  cierta distancia entre él y su entorno. Sólo así puede evitar el doble escollo de la entrega a los amigos y del odio a los enemigos. Sólo así existe la esperanza de una liberación mínima de intereses personales. Sólo así se puede aspirar a discernir el peso específico del ideal y de las realidades.

    Estas cualidades- dedicación a una causa socialmente importante, responsabilidad y sentido de la proporción- no son sólo prerrogativas de los jefes de Gobierno; debieran serlo de todo político que vive «de» (que gana su existencia) y no «para» (los que superaron previamente las barreras económicas) la política.

2.Los dos pecados de los políticos.

De los políticos dijo nuestro sociólogo que podían cometer dos pecados mortales: la falta de objetividad y la falta de responsabilidad. Añadiría a esta bina la falta de una causa política importante para los miembros de una sociedad.

     Como no hay que explicar mucho lo que esta terna significa dejo este apartado. En cuanto más breve más llamativo.

3. Formulación de la causa en una sociedad pobre.

Dejo a un lado a Weber para buscar la normativa de la formulación de la  causa en una sociedad pobre con pobreza y desigualdad crecientes.

      La formulación condensada de la causa de un partido hace referencia al fin o a los instrumentos para su logro. Ejemplos de causas definidas por el fin: «primero la gente», «modernización y desarrollo». Otras expresadas por instrumentos preferidos: «comer es primero», «educación de calidad», «seguridad social»,»industrialización», «competitividad global», «micro y pequeñas empresas». 

     Para el mercadólogo político la formulación debe ser llamativa y creíble; busca inclinar la elección de candidatos. La formulación puede incluso ser negativa para acentuar el fracaso del partido en el poder. Un clásico es el «e? pa fuera que van».

     Los economistas diz que creemos ingenuamente que el contenido de la normativa, concordancia con los valores fundamentales para los actores económicos de determinado tiempo y lugar, conduce al éxito de la causa y responde a  la pregunta sobre la mejor manera de asignar el gasto publico y, por lo tanto,  contribuye no sólo a la elección sino al manejo de la política económica. Esta rama de nuestra especialidad recibe el nombre de»economía del bienestar».

A principios del siglo XX Pareto, y todavía los economistas somos sus herederos, eligió el valor de la eficiencia del  mercado competitivo aun no existente para la asignación de recursos sin tratar de alterar su dotación inicial -propiedad- entre los miembros de la sociedad. El criterio operativo para el uso del instrumental  es claro: la situación que debe fomentar toda política es la del bienestar de cada persona de modo que nadie se sienta peor y al menos algunos estén mejor… Este criterio de bondad económica -respeto a la dignidad de cada persona- tiene valor pragmático sin dejar de ser poco realista.

     Este principio de la eficiencia sufrió un perceptible cambio por Pigou: la eficiencia económica la concretizó en el aumento de bienes y servicios producidos, el PIB hoy en día, y a ella añadió la igualdad entendida como mejora en la distribución del ingreso. Esta igualdad distributiva la entendió  como aumento del porciento de la producción recibido por el quintil más bajo de ingresos. El resultado se resume en el postulado de que el PIB crezca

sin empeorar la distribución del ingreso o, alternativa muy tentadora si mejora la distribución del ingreso sin disminuir el producto. A su atractivo ético añadiría la relativa disponibilidad de datos estadísticos que evalúen el logro político.

Desde el informe del Club de Roma a fines de los sesenta emerge cada vez con más fuerza otro criterio evaluativo de políticas económicas: la conservación y mejoría de los recursos naturales, fundamento de todo desarrollo sostenido especialmente de sectores como el turístico (con el que permitimos a veces abusos groseros), el agropecuario y el forestal. No olvidemos que el flujo de pobres de países subsaháricos a Europa no se entiende sin considerar la presión por un agua escasa.

CONCLUSIONES
Tres son los más conocidos criterios normativos para evaluar la bondad de políticas económicas: crecimiento del Producto, equidad en la distribución del ingreso, conservación de los recursos naturales.

 Utilizando expresiones pigouvianas  creo que el bienestar social aumenta sí o:  a)crece el producto sin empeorar ni la distribución del ingreso ni el  equilibrio ecológico;

b) o mejora la distribución del ingreso sin mengua del producto o del potencial de recursos naturales;

c) o aumenta el caudal de recursos naturales sin disminución del producto o empeoramiento de la distribución del ingreso.

Todo el proceso en países poco institucionalizados depende en buena parte de  la calidad de los políticos: dedicación a una causa de bien común, aceptación de  responsabilidad por los efectos de su actuación y sentido de la proporción entre lo ideal y lo real.

Probablemente el mayor enemigo de la moral política es la creencia de la inevitabilidad de los intereses vigentes, la Realpolitik.

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