Reflexiones: Un stop en el camino…

<P>Reflexiones: Un stop en el camino…</P>

Aquellos 33 mineros hundidos, sepultados en las profundidades de la tierra con su tragedia, se  armaron de valor, de fe, de la fuerza que da la unión y la unidad de propósito. Del deseo de superar la desgracia, de sobrevivir y ser más fuerte que el destino. Desafiaron la fatalidad y la vencieron. Movieron montañas. Y su clamor se hizo irresistible. La heroicidad de todo un pueblo sin rostro,  unido en una sola patria: “Chi, chi, le, le”, pudiera servir de ejemplo a tantos pueblos angustiados, sin salida aparente, como el nuestro.

Al ritmo que vamos, vamos mal. Se precisa un stop en el camino. No  para detenernos, sólo para respirar,  tomar otro aire y un nuevo impulso. La búsqueda de lo posible, de hacer las cosas cada vez mejor, no es una quimera. Parece un sueño,  como la propia utopía, esa que, al acercarnos a ella, parece  alejarse más. Por ello,  hay que redoblar la marcha. Sumar esfuerzos. No dejar que se nos escape. No renunciar a ella,  aun cuando los obstáculos sean múltiples y las limitaciones bastante. No declararse vencido. No claudicar. La escalera se construye peldaño tras peldaño. Cada peldaño,  con nuestro sudor construido, nos acerca a una meta deseada, no a la meta final.

El final de  la meta es sólo un nuevo comienzo, inicio de nuevos derroteros.  Nada  más difícil ni más placentero.  Sembrar la semilla, plantar las huellas, abrir horizontes por lejanos que parezcan. Otros, de seguro, continuarán la marcha infinita, sin dobleces. Esa será la cosecha. Lo que ha de llenarnos de orgullo, sin esperar recompensa. Requiere constancia, mucho esfuerzo, duro sacrificio. Produce stress, angustias,  decepciones y desengaños. Pero, no hay que rendirse. Endurecer  el camino,  mejorar la ruta, definir aliados, que validen nuestras razones, dadas con el ejemplo. Tenaz, indoblegable. Asidos a esta filosofía de vida de ver y hacer mejor las cosas, cumpliendo cada deber, porque ninguno es pequeño. Exigiendo nuestros derechos para fortalecer el espíritu  y  estar  en paz con nosotros mismos  y  los demás.

Breves reflexiones que surgen de la heroicidad y del dolor de una tragedia que nunca  puede ser  dolor ajeno. Es el mismo dolor sufrido por todos los pueblos: la desesperanza., la perdida de la fe, el sentirse solos y  abandonados. Desde esa óptica, todo está perdido. En vano sería esforzarse. En vano tratar de lograr nuevas cosas. Cosas buenas. Librarse de la trampa. Ensanchar la lucha por la supervivencia. Transitar hacia una vida mejor, parece tarea de zánganos sin reina. Choca  con  inmensos valladares, enraizados en todo un sistema, en toda una cultura hedonista, vacua, perniciosa, donde todo intento parece imposible. Pero no lo es. No puede serlo  porque, de serlo, el mundo se detendría, y  no tendría sentido vivir aquel por el que luchamos día tras día, huérfano de futuro, como nosotros mismos. Y eso no puede ser. Hagamos un stop en el camino. Recapacitemos. Seguro que podemos, si queremos  no perecer y sobrevivir como persona y como nación. 

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