El 15 de diciembre de 1922, la carta editorial de la directora de la revista Fémina, Petronila Angélica Gómez Brea, se dirige al entonces superintendente de enseñanza, licenciado J. Ortega Frier, bajo el título: «El medioambiente social II», en una abierta reflexión sobre los derechos civiles y políticos que carecían nuestras madres y hermanas espirituales, para lo cual era urgente una «profilaxis social integral».
«No basta el hecho de vivir. Como los pueblos, se necesita [las mujeres] mejorar, progresar, ser útil; es decir, vivir la verdadera vida de ser racional; no la vida de animal que trabajando se conforma con el techo y el poco de agua y de alimento que le proporcionan o que a su paso le depara la casualidad», escribe para evidenciar la condición de ella y sus coetáneas.
En sus reflexiones dirigidas a Frier, es decir a todo hombre público de la época, la maestra normal atribuye al egoísmo tanto la angustiante situación de las dominicanas, como el desistimiento sobre la génesis del feminismo que comenzó a promover pública y sistemáticamente desde el 15 de julio de 1922, y las situaciones políticas y sociales del país.
En tanto que, escribe Petronila Angélica Gómez Brea: «Creemos que el grave problema de adaptación de la profilaxis social -reconocer los derechos de las mujeres y desarrollar el amplio programa de reformas sufragistas en todos los órdenes- consiste en la resolución de un problema único: combatir el egoísmo; ese sentimiento innoble, origen de tantas calamidades en gobiernos y familias; que ha existido en las viejas sociedades, que existe entre las modernas, y que transmitiéndose y fomentándose de generación en generación, amenaza de muerte a las sociedades futuras».
Puede leer: La educación, las maestras y nuestras sufragistas
Las reflexiones que Gómez Brea hace al Superintendente de Enseñanza, serían una constante en la línea editorial de Fémina (1922-1939), pues partían de uno de los cuatro puntos básicos de las Bases de la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericanas, constituida circa de1920 por la socióloga mexicana Elena Arizmendi y la periodista y maestra normal Carmen De Burgos; es a partir del 15 de noviembre de 1923 que las dominicanas pueden leerlas y afiliarse gracias a Fémina.
«Se necesita combatir con firmeza las envidias, el egoísmo, los prejuicios, y todo lo que es obstruccionismo pues todo esto constituye la demora de los propósitos nobles», instruyen a las sufragistas del hemisferio Arizmendi y De Burgos.
Así, en la edición 118 de Fémina, en junio de 1928, Consuelo Montalvo de Frías -jefa de redacción-, recuerda lo que en diciembre de 1922 reflexiona Gómez Brea sobre malsano sentimiento: «La reforma social que conlleva el reconocimiento de los derechos civiles de la mujer (…) es hija legítima de un grupo de damas bien inspiradas en pro de la colectividad, no es obra de un egoísmo ilimitado en ansiar el bien propio únicamente».
Las barreras que les imponía el egoísmo a las mujeres también las relata la maestra y escritora Mercedes Mota, en 1923: «Es innegable que el egoísmo reina actualmente (…) La ganancia, el lucro; el tanto por ciento, he aquí lo que se busca. La sinceridad, el desinterés y la generosidad son virtudes muy raras en estos tiempos en que la hipocresía, la ambición y el egoísmo se han entronizado ahogando los más nobles sentimientos del corazón humano».
Más, es el aliento esperanzador de Mota el que de seguro dotaba de fuerzas a nuestras madres y hermanas espirituales para vindicar ciudadanías: «¡Atrás, ruin egoísmo, ambición maléfica, odiosa hipocresía! ¡Atrás séquito del mal!», exclamaba en la colaboración que hizo a Petronila y tituló: «Consideraciones».