Reforestación rehabilitadora

Reforestación rehabilitadora

Alejandro Grullón Espaillat confesó que un proyecto de reforestación patrocinado por el Banco Popular Dominicano (BPD) está vinculado al pasado de su familia. Valiente admisión de un yerro, por quien procura resarcir una subregión de la cordillera Central, de males comunes del ayer. Porque más que una falta de los Grullón, la deforestación fue tendencia propia de la humanidad, a lo largo de muchos siglos. Pero la humanidad está revirtiendo este secular proceso. Porque ahora sabemos que aquellas talas de nuestros abuelos abortaron el desenvolvimiento de ecosistemas que, alterados, amenazan la existencia del planeta.

Si posamos la vista sobre páginas de antiguos cronistas, veremos que resaltaban, respecto de la isla Española, su potencial como tierra productora de maderas. En algunos años, como en los días de la España Boba, estos cortes quedaron paralizados. William Walton anota que la detención del negocio no tuvo razones ecologistas, sino que Europa estaba saturada de las maderas del Nuevo Mundo. Pero Juan Sánchez Ramírez sustentó su proyecto colocando caoba cortada en el Este del país, en manos del Capitán General y Gobernador de la isla de Puerto Rico.

Hatos ganaderos para vender pieles más que las carnes, y cortes de madera para forrar paredes de palacios europeos, o confeccionar su mobiliario, son parte del pasado nacional. Mientras las crianzas libres y los pastos comunes modificaban la visión humana de la utilidad del suelo, la tala ensombrecía la pervivencia de zonas de vida. Grullón, que preside desde hace poco el Plan Sierra, recuerda el papel jugado por ramas de sus antepasados.

Su familia, ha dicho al asumir compromisos de rehabilitación forestal, tenía hacia el decenio de 1920, aserraderos en Nibaje, en jurisdicción de Santiago de los Caballeros. Cortaban, ha dicho, en las serranías. Y por ello el BPD asumió el compromiso moral y económico de reforestar la cañada del Caimito, en la jurisdicción municipal de San José de las Matas. A lo largo de los últimos diez años han patrocinado esa labor, y han asumido compromiso igual por el decenio que viene. Pero advierte que ello no basta. Por el bien del país, asegura, se impone reforestar en muchas otras áreas territoriales. Y por mucho tiempo.

Lo cierto es que, lo mismo que se siembran el arroz o las habichuelas, hemos de pensar en la necesidad de sembrar plantas, útiles desde muchos puntos de vista. Porque la sombra de los árboles sobre los suelos refracta el calor solar.

Ayudan los árboles a desparramar las precipitaciones pluviales. Junto a las especies herbáceas, facilitan la penetración de esas aguas en los suelos. Las raíces de estas últimas y de los árboles aprietan –y crean- capa vegetal. Descomponen, por el proceso clorofílico, el monóxido de carbono, y reconvierten estos gases nocivos en gases sanos.

Debe pues, aprovechar el Gobierno Dominicano la incitación de don Alejandro. Y allí donde pone medio por la silvicultura, poner cincuenta. Porque, entre otras razones para ello, hemos de rescatar especies madereras, frutales, combustibles, tintoreras, casi desaparecidas. Sobre todo las endémicas, y las comunes en la isla o las Antillas.    

Publicaciones Relacionadas

Más leídas