Reforma, educación y financiamiento

Reforma, educación y financiamiento

Jesus de la Rosa.

Debemos crear equipos para el estudio e identificación de valores comunes

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Una de las principales misiones del Gobierno de turno es garantizarles a todos los ciudadanos el acceso a un sistema de instrucción pública de calidad.

Como una manera de contribuir a que ello sea posible, podemos comenzar por fundar, en cada una de las provincias del país, una o varias escuelas públicas dotadas de instrumentos y de tecnología de punta que laboren en una sola tanda, atendidas por profesionales de la educación egresados de universidades, seleccionados en base a concursos públicos de oposición y con salarios muy superiores al promedio.

El informe del Banco Mundial del año 2011 sobre la pobreza causó aquí mucho revuelo entre los sectores políticos, gestores de la educación y grupos empresariales.

Entre otras cosas, dicha experticia reveló que el Sistema Dominicano de Instrucción Pública muestra un desempeño muy inferior al de la mayoría de los países de la América española en cuanto al traducir la demanda de educación en logros escolares adecuados y en destrezas necesarias para el mercado laboral.

En una escala de posicionamiento según los años de escolaridad y número de años en la escuela, la República Dominicana ocupa el lugar decimocuarto entre 21 países encuestados, ocupando Chile, Argentina y Panamá los primeros al respecto.

Ese informe del Banco Mundial no hace mención al caso de la hermana República de Cuba que, dicho sea de paso, posee uno de los sistemas de instrucción pública mejores del mundo.

Aunque los momentos en que vivimos no son los más adecuados, pensamos que ha llegado la hora de promover la consolidación de nuestra comunidad académica y regional, mediante la creación de organizaciones cuyas misiones sean precisamente estimular el desarrollo de los postgrados regionales a través de la creación de redes, la de formar y capacitar docentes y, en general, promover su superación profesional, científica y pedagógica.

Es nuestro deber el hacer del autoexamen de la educación superior una disciplina curricular dirigida a toda la comunidad académica, de forma tal que el conocer y el aprender la educación superior alimenten el compromiso con su mejoramiento.

A decir de los grandes conocedores de la materia, es nuestro deber contrarrestar el peligro de las tendencias endogámicas, creando una cultura de evaluación que se fundamente en los objetivos y cometidos de las instituciones académicas y que comprometa a sus estamentos.

Debemos de crear equipos multilaterales para el estudio y la identificación de valores comunes que sirvan de marco estructural para la formulación de políticas y estrategias. Implementar dichos equipos multilaterales en institutos y centros de estudios estratégicos de nivel superior de forma tal, que a través de ellos, los países del continente puedan enfrentar conjuntamente estos desafíos.

Debemos de establecer parámetros comunes de evaluación de los programas de postgrado de aceptación internacional. También, propiciar la investigación que tenga como objeto, incluyendo la creación de acreditadas redes internacionales, e incorporar a los estudiantes al conjunto de todas esas tareas.

Tengamos siempre presente que por la carencia de buenos maestros fracasó la reforma de la educación emprendida aquí por el insigne maestro puertorriqueño Eugenio Marías de Hostos a finales del siglo XIX; se frustraron los intentos de reforma de Ortega Frei (1916); colapsó en sus inicios la reforma de la instrucción pública emprendida por Pedro Henríquez Ureña (1931); lo mismo sucedió con la emprendida por la Misión Chilena (1940) y con la ejercida por Joaquín Balaguer a principios del decenio de 1950.

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