Reforma educativa y cultural

Reforma educativa y cultural

Con frecuencia, se pasa por alto que entre el hecho educativo y la cultura, y en este último caso referido especialmente a la obra literaria y de pensamiento, hay una relación tan profunda como la que se da entre el cuerpo y la piel. Hay ministerios cuyos nombres van asociados a Educación y Cultura o a Educación, Cultura y Deportes; hace unos años, en nuestro país funcionaba la Secretaría de Educación, Bellas Artes y Cultos, hasta que se creó, en el 2000, la de Cultura, hoy ministerio.

En nuestro artículo anterior (Camino de la reforma educativa, Hoy, 1-11-13, p. 11A), se observaba la relación indisoluble entre las dos áreas, aunque con especificidades y funciones bien delimitadas. De ahí que el escritor y su obra, en sus diferentes géneros, son piezas fundamentales para el proceso enseñanza-aprendizaje.

Por ello, el libro, en cualquiera de sus formatos, y obviamente las bibliotecas, jugarán un rol vital en la consecución de la educación de calidad que generaría el Pacto Nacional por la Reforma Educativa en la República Dominicana. (Actualmente, los equipos técnicos, que coordina el Consejo Económico y Social (CES), realizan las tabulaciones correspondientes a las consultas sobre el pacto llevadas a cabo en el país; después se instalarán las mesas de trabajo para las discusiones de todos los sectores convocados).

Estos temas, vinculados con el libro, la educación y la cultura, están presentes en los conflictos más sonados a favor de la Reforma Educativa en América Latina: Chile y México. En ambos países se han constituido en la agenda central del debate político y social. En México, las protestas las dirigen los gremios magisteriales, llegando a paralizar gran parte del país, lo que determinó que el presidente Enrique Peña Nieto no pudiera asistir a una cumbre internacional. El caso más llamativo es el chileno: en este año se han realizado grandes manifestaciones estudiantiles por la reforma educativa, con la consigna de educación gratuita y de calidad. El antecedente inmediato de este último proceso lo constituyó, en la segunda mitad del 2006, la llamada Revolución de los Pingüinos o Revolución Pingüina, llamada así porque los protagonistas eran adolescentes uniformados y jóvenes, que a través de sus teléfonos celulares movilizaron multitudes en todo Chile; tanto así, que la presidenta Michelle Bachelet tuvo que dirigir una alocución en respuesta a las demandas estudiantiles.

Al referirse a los diversos actores que intervienen en el proceso educativo, el profesor e investigador argentino, Juan Montovani, afirma:

“El maestro, según la estupenda imagen socrática, es partero de la conciencia. No tiene el propósito de hacer prosélitos o de convertir a un determinado credo, sino de promover y ayudar el proceso de reflexión por medio del cual el espíritu suele tomar siempre más claro conocimiento de sí y de su mundo”. (Prólogo a Historia de la educación y de la pedagogía, de Ernesto Codignola, en su séptima edición, de Editorial El Ateneo, Buenos Aires, Argentina, 1969, p. 9).

Cuando presenta el rol del libro en las complejidades del mundo del conocimiento y la escuela, Montovani observa:

“Claro está que esta función no depende de los libros, sino de los educadores. Pero los libros, que son instrumentos de trabajo, ayudan a la influencia educativa cuando han logrado estructura y contenido adecuados, y multiplican sus efectos si sus páginas son vivificadas por el comentario y la conducción del profesor. Los libros proveen de contenido que el acto educativo recrea, convirtiéndolo en vida y espíritu”. (Ibid, p. 12).

Desde los tiempos más antiguos de la civilización occidental, en la Grecia antigua, hasta nuestros días, los escritores y pensadores han estado vinculados a la educación, tanto directa como indirectamente. Todo comenzó con Platón y su Academia; para entonces, se dedicó, de manera especial, a la enseñanza y la elaboración de su doctrina; del mismo modo que Aristóteles habría de fundar el Liceo, el más grande de los institutos científico-didácticos de aquellos tiempos. El Liceo se considera el primer modelo de estudios superiores organizado metódicamente para fines científicos y didácticos. Aristóteles tuvo a Alejandro Magno entre sus discípulos.

Esa relación de educación y cultura está llamada a expresarse con mayor acento. En ese sentido, Ernesto Codignola hace consideraciones concretas:

“Evidente es también la vinculación que existe entre la historia de la educación y la cultura. El hecho educativo no lo presenta la historia de la educación como un hecho aislado; lo estudia vinculándolo con las distintas orientaciones filosóficas, religiosas, sociales y políticas, que sobre él han influido. Al presentarlo así, como resultado de un conjunto de circunstancias que lo han engendrado, permite apreciar en qué medida la educación ha sido un factor en la historia y en qué medida una cultura es fuerza determinante de una educación”. (Ibid., p. 18). (Continuará).

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