Los principales indicadores de la economía que llevan a organismos multilaterales a reconocer el lado luminoso de República Dominicana que se expresa en un crecimiento excepcional es ensombrecido más que hace un año por datos que en la otra cara de la moneda exponen un déficit fiscal persistente y preocupante porque reduce la capacidad de enfrentar el endeudamiento público absorbiendo ya más de un 22% de los ingresos tributarios solo para el pago de intereses.
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El riesgo matemático más inmediato para el país es, en la percepción de expertos que deben ser escuchados, que el Estado pierda a corto plazo capacidad de invertir en infraestructuras públicas y en la preparación acelerada de recursos humanos para los retos de la Estrategia Nacional de Desarrollo trazada para elevar la competitividad de los sectores productivos y disminuir sustancialmente la pobreza. Sin esos avances el crecimiento seguiría incompleto.
El desbalance expuesto y que lleva al Gobierno a colocar reformas en agenda obligaría a lo prioritario de superar la condición del estado dominicano situado entre los de más bajas recaudaciones del Caribe con tendencia a descender todavía más. Impostergable para corto tiempo emprender una reforma fiscal integral de compromisos con la calidad del gasto, reducción de exenciones injustificadas y aumento consensuado con sectores nacionales de la presión impositiva para aproximarla al promedio regional que es de un 22% del PBI.