Reforma no significa más de lo mismo

Reforma no significa más de lo mismo

Recientemente el diario Hoy y otros medios de comunicación se han hecho eco de los aprestos que diversos expertos vienen realizando para introducir nuevos cambios al presente esquema de cobros de impuestos que se utiliza en el país. En el pasado reciente estos procesos se han identificado en el argot popular como “paquetazo” o “paquetico”.

Es común en nuestro país que los cambios introducidos al sistema impositivo se hacen para aumentar el monto total en pesos percibido por el Estado, y que se justifique que así se cuenta con recursos para el combate de la pobreza. Mientras esto sucede, en los países desarrollados predomina la teoría de que una disminución de la carga impositiva contribuye a combatir el desempleo y a estimular la inversión y el desarrollo económico y social.

Concretamente, la justificación para la próxima modificación se basa en que al negociar el presente acuerdo con el FMI, las autoridades se comprometieron a cumplir con uno de los requisitos clásicos de dicha entidad, que consiste en la aprobación y ejecución de un presupuesto equilibrado. Para lograr dicho objetivo, se requiere incrementar los ingresos o disminuir valiente y responsablemente los gastos y las inversiones del sector gubernamental, habiéndose seleccionado al parecer la primera opción.

El otro argumento para promover este nuevo cambio es la firma anunciada de un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, que conlleva una disminución en la tasa arancelaria que se aplicará a los bienes importados de dicho país. Este tratado, de ser aprobado por los respectivos Congresos durante lo que queda del 2004, entraría en vigor el primero de enero del 2005.

Pero como su aprobación tiene un costo político para la campaña re eleccionista del Presidente George W. Bush, es posible que su discusión se posponga para el 2005, lo que retrasaría hasta el probablemente hasta el primero de enero del 2006 su puesta en vigencia. El primero del año ha sido tradicionalmente la fecha preferida para dar inicio a los tratados de esa naturaleza, aunque nada impide sea en otra fecha.

La disminución de las tasas arancelarias bajo este TLC no es inmediata ni absoluta, sino que para cada producto importado desde Estados Unidos se ha convenido un calendario de disminución que oscila entre cero y veinte años. Para ciertos artículos se imponen además temporalmente cuotas de importación a partir de las cuales no aplican las reducciones arancelarias. Por ambas razones su efecto no es inmediato, ni aplica totalmente a corto plazo.

En caso de que la nueva reforma sustituyera ya por nuevos impuestos la pérdida total de los ingresos aduanales que significa este TLC, se corre el riesgo de que el gobierno ajuste su nivel de gastos a los nuevos niveles de ingresos, y que cuando termine el período de puesta en vigencia de la totalidad de la reducción arancelaria, se necesite un nuevo ajuste para generar los nuevos ingresos necesarios para mantener el nivel de gastos ya asumido.

Otro riesgo que conlleva una concepción de reforma errática, es creer que aumentando las tasas arancelarias se incrementan automáticamente los ingresos del Estado. La crisis de devaluación y correspondiente inflación que ha afectado al país recientemente, nos ha colocado más allá del punto en el cual, a mayores tasas impositivas, menores serán las recaudaciones por la consecuente disminución del volumen de ventas e importaciones.

Una reforma fiscal o paquete de medidas económicas, bien concebida, consensuada e implementada sin sobresaltos ni disrupciones, puede convertirse en un eficaz instrumento de desarrollo económico y estímulo a la inversión.

Para lograr dichos efectos positivos, la reforma no puede ir en contra de lo que es la concepción filosófica sobre la cual se fundamenta la actual estrategia de desarrollo. Así, se entiende que la liberalización de los mercados, la reducción y eliminación de aranceles (tanto de importación como de exportación), y la eliminación de trabas al comercio internacional y a la inversión, son requisitos indispensables para beneficiarnos del proceso de globalización que predomina por el momento en el mundo.

Desde el punto de vista de la habilidad negociadora de los tratados de libre comercio, proponer que se aumenten los aranceles después de negociado un acuerdo, resulta un contrasentido pues equivale a aumentar el valor de las concesiones y sacrificios que ya hemos hecho en la mesa de negociaciones.

Si ya negociamos con Estados Unidos reducir en cinco años de 20% a cero por ciento el gravamen sobre los vehículos norteamericanos, y por otro lado aumentamos al 37% dichos impuestos a los demás países, estamos en la práctica dictaminando que se importen solamente los norteamericanos y que los ingresos aduanales del Estado por este concepto desaparezcan. Solamente se importarían vehículos de otros países total o parcialmente exonerados.

Se requiere pues de la mayor imaginación, sensatez, capacidad de convocatoria al diálogo,, y entendimiento de las variables económicas y sociales, para emprender y concluir satisfactoriamente este nuevo reto que espera a nuestra nación una vez concluído el periodo electoral.

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