Reformemos la reforma

Reformemos la reforma

Una estructura tributaria que pone su mayor énfasis en el consumo y uso de bienes y servicios tendrá siempre tendencia a resultar injusta, a presionar a unos más que otro.

Un impuesto al consumo o uso afectará a quienes lo paguen en proporción inversa a su capacidad económica.

La aplicación del Itebis en bienes y servicios no “pesa” lo mismo para el pobre que para el de condiciones económicas holgadas y si la política tributaria pretende basarse en la equidad y la justicia social, su filosofía actual anda muy lejos de lograr ese objetivo.

Pero hasta ahora hemos hablado de efectos directos de los impuestos al consumo.

Hay que tomar en cuenta que los productores y sus intermediarios traspasan a la base de la pirámide social la carga fiscal que reciben en sus consumos, y lo hacen a través de los precios de los bienes y servicios que producen o comercializan.

Por esa causa, los impuestos al consumo tienen efectos multiplicadores que no tienen otras fórmulas de presión fiscal, como son las cargas aplicadas directamente a las rentas y beneficios.

El país ha visto en el último decenio varias reformas tributarias, pero muy poco se ha hecho en lo que concierne a la política fiscal.

Sigue prevaleciendo el énfasis sobre el consumo, que es, posiblemente, la modalidad menos justiciera en términos de distribución de las cargas y presiones en las distintas capas de la sociedad.

Es innegable que necesitamos reformar nuestro estilo de hacer reformas.

25 de septiembre de 1963
Se cumplen en esta fecha 44 años del golpe de Estado que pisoteó el primer ensayo democrático que hicieran los dominicanos desde que fuera desmontada la tiranía de Rafael Trujillo.

El aniversario merece ser recordado no sólo como hecho histórico de relevancia por sus nefastos efectos, sino también porque marcó el principio del fin del gorilismo en la República Dominicana, del desconocimiento de la voluntad popular por medio de las armas.

El desmembramiento de la maquinaria golpista tiene su punto cumbre poco menos de dos años después, el 24 de abril de 1965, cuando estalló la lucha armada por la vuelta a la Constitución desmontada por el golpe de Estado contra el Gobierno de siete meses del profesor Juan Bosch.

Es probable que existan y se intenten formas de torcer la voluntad del pueblo dominicano expresada a través del voto popular, pero la deposición por la vía militar del régimen resultante de unas elecciones libres quedó sepultado definitivamente, porque fue aprendida la amarga lección que se derivó de los acontecimientos ocurridos un día como hoy del año 1963.

La democracia dominicana se ha forjado en base a lecciones que muchos tuvieron que aprender y asimilar.

El pueblo dominicano ha dado muestras sobradas de madurez, y por más que se pretenda torcer el curso de los acontecimientos, la voluntad del voto sigue imponiéndose con suficiente autoridad.

Los golpistas del 25 de septiembre del 1963 y quienes los estimularon con fantasmas ideológicos, con el tiempo terminaron dándose cuenta de que no es posible desafiar la decisión de los pueblos sin pagar muy caro por ello.

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