Reformismo y la flor del “morí-viví”

Reformismo y la flor del “morí-viví”

Sotolongo Armstrong es el amigo beliceño del filósofo escocés Iñigo Montoya, ¿se acuerdan de él? Pues resulta que don Sotolongo sigue ocupándose de asuntos dominicanos y me ha escrito una asombrosa misiva que comparto con ustedes. 

“La Internet me permite seguirle el rastro a la política de su pequeño e intenso país. Usted recordará que he estado interesado en las cuestiones dominicanas desde hace décadas y mi interés comenzó cuando escuché en Miami a un talentoso escritor y periodista, quien había sido funcionario de su gobierno, decir, refiriéndose a alguna maniobra del Presidente Balaguer, ‘¡Pobres intelectuales de Santo Domingo! A los que no ha corrompido, ¡el Presidente los vuelve locos!

“Si eso era con los intelectuales, ha uno de imaginar qué efecto anestesiante, por no decir de embrujo, producía la poderosa mente de don Joaquín en los cerebros de individuos de categoría distinta. El asunto es que acabo de leer que el controversial cacique reformista, Amable Aristy, ha pedido a sus correligionarios que piensen en cómo salvar a su deshilachado partido. Es como si un maestro tejedor, ante un lienzo hecho fino por tantas lavadas y el desgaste del tiempo, intentase la imposible alquimia de la re-construcción por zurcido, un arte propio del medioevo pero impráctico por no decir imposible en esta época”.

“Si contasen con los consejos de espíritus ilustrados como el de su antiguo mentor, en alguna de esas cabezas reformistas debe haber bailado en su conciencia, o al menos en su memoria, al conocer su declaración sobre un salvamento de un cadáver, el recuerdo de estos versos: “Más triunfos, más coronas dio al prudente/ Que supo retirarse, la fortuna,/ Que al que esperó obstinada y locamente.”

“Pero ha de ser dudoso que alguno de los sepultureros del reformismo haya leído de niño la ‘Epístola Moral a Fabio’, anónima perla de la lírica castellana, de donde proceden los tres versos. Para no aburrirle, amigo Báez, concluyo que la política reformista padece un inmovilismo fatal. Perder, ni siquiera perder vergonzosamente, basta para el retiro. Ganar es garantía de continuidad, pero ¿perder? ¿Cómo es que un concepto tan fácil, de aplicación común al béisbol y la lotería, no logre ser asimilado por políticos?”.

“Teniendo gente como Ito, Caram, Ricardo y pocos otros, ¿cómo no zapatean?”.

Responderé a don Sotolongo tan pronto se vaya la jaqueca que trajo su carta.

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