Regalo de Reyes y la melancolía

Regalo de Reyes y la melancolía

Mi generación no conoció a Santa Claus, pero sí a Melchor, Gaspar y Baltasar. En ese entonces, el día 6 de enero era el más esperado del año. Los tres Reyes Magos se convertían en “hormiguitas” que pasaban debajo de la puerta con todo y camellos, nos dejaban los regalos y luego ascendían a los cielos en estrellas de no sé qué constelación. En esa inocente infancia temprana, no había explicación “científica” a esa increíble e imposible mutación de la materia, ni se pretendía tenerla.

Recuerdo que eran días de incontables alegrías, las pistolas de mito, guantes y pelotas, los patines y las bicicletas eran una realidad tangible, desde la casa, vecinos, tíos y padrinos. Recuerdo el día en el colegio Loyola que uno más grande nos hizo perder la ilusión infantil, cuando nos dijo que -eran los padres los “reyes” que dejaban los regalos-.

Finiquitaron el vasito de agua, la yerbita (hoy eso es otra cosa) el cigarrillo Cremas y la menta verde debajo de la cama que junto a la lista de los juguetes pedidos acompañaba la promesa solemne de portarnos bien el resto del año.

La razón de este conversatorio es para tratar el hecho “emocional” de que para algunos entristecidos este tiempo de brisas frescas, fiestas y regocijos que contagian, se convierte en todo lo contrario de la alegría de esos niños que al despertar tenían numerosos regalos y juguetes dejados por “los Reyes”, nunca por mis padres. En mis años mozos por inducción paterna leímos la obra “Cuentos de Navidad”, de la autoría del más prominente escritor inglés de la época victoriana, Charles Dickens, el autor de Oliver Twist y The Pickwick Papers, entre otros. Esta novela sobre la navidad tiene como protagonista a Ebenezer Scrooge (ES), un personaje de duro corazón, misántropo, amargado, que odiaba la alegría de la navidad o cualquier cosa que produjera regocijo y felicidad. Es por eso que en Inglaterra a los que padecen de esa triste melancolía depresiva durante las fiestas de navidad, les dicen que padecen el síndrome de ES.

Por el contrario, los norteamericanos recurren a otro personaje para describir esa profunda melancolía estacional, esa distimia emocional que puede fácilmente caer en depresión, ellos dicen que le entró “el Grinch” este personaje es de la inventiva del famoso escritor de libros infantiles Theodor Seuss, siendo uno de sus cuentos más famosos ¡Como el Grinch robó la Navidad!. La misión del Grinch era borrar la época navideña, que al igual que ES, la odiaba, no sentía ninguna alegría en estos días, donde la mayoría se contenta.
Es decir, que si usted se entristece sin razón, se torna apático, desganado, vive una profunda melancolía en los días de la navidad o llega a deprimirse, no celebró las fiestas, no participó con alegrías la llegada del nuevo año y de todos estos días que han pasado, bello tiempo que termina con los “Santos Reyes”, cuídese que tal vez usted tenga su “ES” o su “Grinch” y son los psiquiatras quienes lo manejan.
Volviendo a uno de mis preferidos, Charles Dickens, recuerdo visitar su museo en la 48 de Doughty Street, en el distrito céntrico de Holborn, en Londres.
En la oportunidad vimos el escritorio donde producía sus obras, siendo un maestro del género narrativo, que produjo con humor e ironía. Volvamos por igual a los “Santos Reyes”, todos tenemos dentro un niño que nunca nos abandona, por ese “jugueteo mental” del que sólo es capaz el cerebro humano, quiero que el día 5 en la noche, con las máximas alegrías para cada uno de mis amables lectores, que las alforjas de los tres camellos lleguen repletas de salud, dinero y amor.

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