Reglas de oro para tratar a los adolescentes

Reglas de oro para tratar a los adolescentes

POR ANDRES BARBA
Muchos padres se quejan al llegar la adolescencia de la dificultad de comunicación con sus hijos. En esa época de la vida no basta que queramos comunicarnos, es necesario que ellos también lo deseen. La comunicación positiva es un intercambio de sentimientos, hay padres que se limitan al simple interrogatorio, lo que da lugar a respuestas – si las hay – monosilábicas.

El breve documento adjunto trata de cinco reglas sencillas, basadas en la experiencia cotidiana de muchas familias, que pueden ayudar en la comunicación con hijos adolescentes.

1.- Darles oportunidad de ser responsables, delegándole responsabilidades.

Para eso tienen que saber que se confía en ellos y les consideramos capaces. La mejor forma de que aprendan lecciones es enseñarlas a otros, por eso es tan eficaz el que se haga responsable, por ejemplo, del cuidado de un hermano pequeño, en ausencia de sus padres o el que le explique una materia en la que necesita ayuda.

También en múltiples gestiones personales que pueden hacer por sí mismo en lugar de los padres.

2.- Haga que el adolescente participe de las discusiones, alegrías y preocupaciones de la familia.

Cuántas veces se oye esta queja por parte de los chavales: ¡Es que en mi casa no me cuentan nada! ¡Me entero por otras personas y me cae fatal!.

A veces, por miedo a que no sufran no les comunicamos una adversidad familiar, hablamos entre nosotros y nos callamos cuando entra en la habitación: un problema económico, la enfermedad de un pariente cercano, etc.

Ante esta postura, el adolescente puede imaginarse que algo terrible está pasando, incluso exagerar en su cabeza dada a la fantasía las circunstancias y, lo que es peor, creer que son demasiado insignificantes como para que sus padres les tengan confianza.

Se les debe informar para que se involucren, colaborando – si pueden hacer algo – o rezando para que el problema se solucione.

Estas muestras de confianza nunca caen en saco roto, pues al comunicárselas los consideramos personas dignas de nuestra confianza, y ellos se considerarán adultos y dignos de la confianza de sus padres.

3.- De aquí se podría deducir otra regla: Comuniquemos a nuestros hijos cómo nos sentimos.

Escuchar a los hijos sus opiniones, sentimientos, alegrías y dificultades, constituye sólo un aspecto de la comunicación. También tenemos el derecho y la libertad para expresarles nuestros propios sentimientos y ser oídos: alegrías, cansancio, una buena o mala jornada laboral, etc.

Esta dualidad en la comunicación es imprescindible para lograr la confianza del adolescente, porque constituye el verdadero diálogo.

No vamos a perder nuestro prestigio como padres cuando nuestros hijos aprendan a vernos como personas que se cansan y tienen buenos o malos momentos; es más, es con esa persona con las que querrán comunicarse, no con el padre o la madre ideal o perfectos, porque sencillamente no existe.

La obediencia está muy relacionada con el cariño y el cariño se fomenta con el conocimiento real de una persona. Un adolescente que quiere a sus padres puede desobedecerles, pero se sentirá muy mal al hacerlo, pero el cariño a sus padres hará que él mismo se proponga rectificar.

4.- Otra regla importante es no dejar de exigirles en el plano moral y social.

Ante una mentira manifiesta, el hurto – coger dinero sin permiso – la incorrección ante otras personas de sus modales o faltas de respeto a algún miembro familiar – incluído el propio servicio -, no deben ser nunca pasadas por alto.

No basta pedir perdón, a veces creen solucionado el problema, sino compensar con un detalle su falta.

En este tipo de conducta se de ser inflexibles, porque el adolescente necesita de esta exigencia; si ante una conducta de este tipo la pasamos por alto, la traducirá como indiferencia o que no nos importa.

5.- La formación de un frente unido.

En todas las edades, pero aún más en la adolescencia, es importante el hecho de que los hijos vean que padre y madre van en la misma línea de exigencia.

Es importante la formación de un frente unido para la batalla, sobre todo en las cuestiones que consideren importante que obedezcan, y eso toca a ustedes decidirlo a lo mejor con papel y lápiz.

Estas normas de obligado cumplimiento hay que delimitarlas bien para no quemarse ni gastar cartuchos en balde.

Para un adolescente unos pantalones vaqueros gastados y un jersey puede ser su vestidura más usual y querida, conforme al grupo con el que se relaciona Otro tanto sucede con el pelo. Una actitud impositiva o sancionadora en estos casos puede ser contraproducente. Lo que no equivale a aceptar tales cosas. Se debe exigir limpieza, eso sí creo que es importante.

Las normas en las que tenemos que exigir obediencia debe ir, en mi opinión, hacia temas más transcendentales como por ejemplo la hora de llegada a casa, el no ir a dormir a casa de los amigos, etc. Eso tendrán que decidirlo entre padre y madre y tratarlo muy claramente con el hijo.

En estas cosas sí es muy necesario el frente unido que antes comentaba. No nos encontremos en la situación en la que uno tenga que ser “el malo”, mientras que el otro sea siempre “el bueno”.

Los hijos aprenden muy pronto la divisa “divide y vencerás”. También saben distinguir muy bien cual de las partes, ese día, está agotado y -al no tener ganas de pelea tiende por el camino más fácil, que es ceder a su petición- con lo cual a la opinión contraria la pone en una situación conflictiva.

¿Qué puedo hacer cuando mi hijo adolescente se rebela?

Las siguientes pautas generales pueden ayudarle a usted y a su hijo adolescente a superar este momento difícil. 

Trate a su hijo adolescente como a un amigo adulto.

Cuando su hijo tenga más o menos 12 años de edad, empiece a tratar de establecer la clase de relación que usted querría tener con él cuando sea adulto. Trate a su hijo en la forma en que le gustaría que él la tratara a usted cuando sea adulto. El objetivo que debe fijarse es el mutuo respeto y apoyo, y la capacidad de divertirse juntos. Procure tener conversaciones relajadas, informales, mientras andan juntos en bicicleta, caminan, van de compras, juegan a la pelota, pasean en automóvil, cocinan, comen, trabajan, y en cualquier otra actividad que compartan. Utilice el elogio y la confianza para ayudarle a adquirir una imagen positiva de sí mismo. Reconozca los sentimientos de su hijo escuchándolo y haciendo comentarios sin criticar. Recuerde que escuchar no quiere decir que usted tenga que resolver los problemas de su hijo adolescente.

Evite la crítica en aquellas situaciones en que “no hay caso de ganar”.

Casi todas las relaciones negativas entre padres y adolescentes se inician porque los padres critican demasiado a los hijos. El hecho de vestirse, hablar y actuar en forma diferente a la de los adultos, ayuda a que su adolescente se sienta independiente de usted. Su adolescente probablemente querrá hacer lo mismo que hacen sus amigos. Éste es un paso importante en su desarrollo. Trate de evitar cualquier crítica de su manera de vestir, el peinado, el maquillaje, la música, los tipos de baile, las amistades, los intereses recreativos, la decoración de su cuarto, cómo pasa su tiempo libre, el uso del dinero, el lenguaje, la postura y filosofía. Esto no significa que no pueda expresar su opinión personal sobre estos temas. Pero permitir que su hijo adolescente se rebele en estos campos de importancia secundaria a menudo evita que lo haga en campos importantes, tales como las drogas, irse de pinta o robar. Solamente intervenga y trate de efectuar un cambio si el comportamiento de su hijo adolescente es perjudicial, ilícito o viola sus derechos (vea las secciones sobre las reglas de la casa).

Otro error común es criticar el estado de ánimo o la actitud de su hijo adolescente. Una actitud negativa o perezosa sólo puede ser modificada con el buen ejemplo y los elogios. Entre más insista en comportamientos no tradicionales (aún los raros), más durarán.

 Deje que las reglas sociales y las consecuencias le enseñen responsabilidad fuera de casa.

Su hijo adolescente debe aprender por su propia experiencia y sus propios errores. A medida que experimenta, aprenderá a asumir la responsabilidad de sus decisiones y de sus acciones. Intervenga sólo si su adolescente se propone hacer algo peligroso o ilegal. Por lo demás, el padre y la madre deben confiar en la autodisciplina del adolescente, en la presión ejercida por sus amigos para que se comporte responsablemente, y en las lecciones aprendidas por las consecuencias de sus acciones.

Si por casualidad su hijo le pide consejos acerca de las actividades fuera de la casa, trate de describirle los pros y los contras en una forma breve e imparcial. Pregúntele cosas que le ayuden a pensar sobre los riesgos principales. Luego, concluya sus observaciones con un comentario como “Haz lo que creas que es lo mejor”. Los adolescentes necesitan muchas oportunidades de aprender por sus propios errores antes de que dejen la casa y tengan que resolver sus problemas sin un sistema de apoyo constantemente presente.

 Aclare las reglas de la casa y las consecuencias por no respetarlas.

 Use reuniones familiares para negociar las reglas de la casa.

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