Regreso de Irak

Regreso de Irak

La resistencia del pueblo iraquí a la intervención norteamericana es potente. Aquella nación se reorganiza contra los invasores y su lucha crece con una moral diferente a la Sadam Hussein. Lo decimos, no porque día por día se mate a los interventores, sino porque eufórica su población sobre la sangre de estos, caliente aún, comparen el acto pateando los restos de los caídos. Una nación intervenida como Irak, tiene que reaccionar como allí ocurre.

Las imágenes que recibimos, desmienten la campaña según la cual quienes atacan a la coalición norteamericana son terroristas extranjeros infiltrados. No es así, las tropas de los Estados Unidos y las acompañantes, son una dolorosa espina clavada en el costado de aquella nación; son un anticuerpo político, social, económico, cultural y religioso; una humillación psicológica y moral traumática que va a ser expulsada de allí con el concurso de todo el mundo.

Nuestro ejército, por una medida inconstitucional, atronada y servil, está metido en aquella trampa como parte de esa agresión, y es un objetivo a atacar por la resistencia que en orden de importancia está devolviendo en ataúdes a sus países de origen los cuerpos de soldados y civiles agresores. Japoneses, españoles, turcos, italianos, ingleses y norteamericanos; personal de la ONU y de la Cruz Roja, etc., están siendo atacados, como siguiendo un programa que involucra a los dominicanos como un objetivo muy próximo, lo que no deseamos. No queremos que en las circunstancias de una guerra inmoral e internacionalmente ilegítima, nuestros soldados tengan que matar ni que los maten. Tampoco que esta guerra sin fronteras y preventiva del Sr. Bush, que ha arrastrado al Presidente dominicano, traiga al país acciones como las de Estambul.

Si ocurrieran actos de esta naturaleza en Irak o dentro del país, por causa de tan mala iniciativa de quien nos gobierna, involucrándonos en una guerra sucia, protestándola queremos que esa mancha no recaiga sobre nuestra nación, sólo sobre el nombre de Hipólito Mejía, a quien reclamamos, como todos debemos hacerlo, que ordene el regreso inmediato de nuestros soldados desde Irak, antes de que a su error se añada lo trágico que es consecuencia de toda guerra, peor cuando no tiene para el país ninguna justificación, y ni siquiera tiene el país dinero con qué pagarla, y más malo aún si la paga un país extranjero.

La conquista de la paz hace necesaria la lucha cultural contra la o las violencias y reclama a cada persona, y a cada familia para serlo, perderle el miedo dotándose de una cuota adicional de amor y de responsabilidad moral ante su propia existencia y la de sus congéneres actuales y futuros, tal como lo consignaron este sábado pasado los jóvenes que se expresaron en la avenida Winston Churchill. Ser consciente es no ser indiferente.

Esta responsabilidad y este amor, como ellos lo hicieron, debe ser manifestado colectiva y públicamente en oposición y rechazo a quienes la ejercen, especialmente contra quienes la deifican desde las cumbres del poder como herramienta contra la libertad para la subordinación de los demás, en un ciclo permanente que azuza y refuerza en todos un instinto que ya casi no dominamos, estimulando violencias recíprocas de diferentes magnitudes.

La agresividad es un instinto innato, creado por la evolución de nuestras especies para su conservación vía la selección natural y la mutación. Es una fuerza que tenemos que aprender a reorientar, si no queremos el regreso a la barbarie, armados por la tecnología moderna.

La violencia intra-específica, ese instinto de agresión del hombre como del animal que nos induce a combatir contra los miembros de la propia especie empezando por los más íntimos o cercanos o por el competidor más directo, es la peor amenaza a nuestra especie, puesto que nos estamos adaptando a ella sin reaccionar, lo que es ya muestra de una grave anomalía. Contra eso hemos creado culturas y una civilización, instituciones supra-individuales y de mayor duración que los individuos, para garantizar la esencia de lo humano, su permanencia y su ascenso; pero al desapoderarnos de la responsabilidad moral, eso se desploma.

Dentro de sesenta (60) días, el treinta (30) de enero del 2004, la crisis integral que afecta al país estará desbordada por su aspecto económico, que ninguna medida de arbitrariedad puede detener. Es necesario, con tiempo, apropiarnos de ella, plantearle solución y perspectivas. Si reventara socialmente, en la dispersión actual de los ciudadanos, agravaría por igual la situación de todas las clases sociales.

Ese día en el mundo se celebrará el día de la no violencia y de la paz, con motivo del aniversario del asesinato de Ghandi. Propicio y oportuno es el día de hoy para, tras estas reflexiones, proponer a los lectores, y por su vía a los demás jóvenes y adultos de ambos géneros en todo el país, unirnos en una jornada, apartidista y cívica, para reclamar la paz, la seguridad y la reorientación política, que circunstancias intencionalmente creadas nos niegan. Hagamos firme y patente el reclamo del regreso de nuestros soldados en Irak. Quien comparta este interés, con el que quiero coparticipar, puede dejarme su mensaje en: diomedesmercedes@yahoo.com o en el teléfono 508-7249, para coordinarnos y actuar.

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